La esperanza de reducir la siniestralidad con infraestructuras más potentes sigue interiorizada con gran fuerza en la mayoría de la población.
Esteban & Sanz. Hacia la reconversión ecológica del transporte en España. 1996
¿Se puede reducir la siniestralidad de una vía incorporando mejoras en la infraestructura? Es posible que sí, pero solo hasta cierto punto. En general, se sobrevalora la responsabilidad de la infraestructura en la accidentalidad. La razón radica en que es el comportamiento del conductor del vehículo el que determina el riesgo de accidente en la gran mayoría de siniestros. De hecho, si el entorno de la conducción se percibe como menos arriesgado, el comportamiento de los conductores tiende a hacerse más temerario y por tanto mayor es la probabilidad de siniestralidad. Esto es lo que mantiene, entre otras cosas, un magnífico libro no suficientemente leído ni divulgado, escrito hace casi dos décadas por Antonio Esteban y Alfonso Sanz. Hacia la reconversión ecológica del transporte en España da cuenta, además, de cómo interactúan la demanda de seguridad vial y la mejora en las infraestructuras en un bucle perverso que se refuerza mutuamente para impulsar el predominio del vehículo privado en los desplazamientos motorizados.
Esta introducción nos sirve para entender por qué cualquier problemática vinculada al tráfico de vehículos en las Islas se intenta resolver con el remedio de la ampliación de las arterias de circulación. Una forma de proceder que revela una determinada cultura muy vinculada a la ideología económica dominante que interpreta como presunta solución, casi única, la estrategia de albergar una masa de vehículos en continuo crecimiento a través del ensanche de las vías existentes. Un paradigma obsoleto que obvia el impacto medioambiental, social y económico de dedicar una mayor superficie al vehículo privado.
Diario de Avisos |
No negamos la existencia de riesgos reales en nuestras carreteras que deben ser prontamente mitigados pero ¿Por qué ante problemas de congestión o de inseguridad vial en nuestras carreteras se vende como solución la prolongación de los viales? ¿Es que no hay otras opciones? No puede ser que ante la detección de deficiencias en las autovías de cualquiera de las Islas, se opte por ampliar las dimensiones de las mismas. Vivimos en un territorio con claros límites naturales. Si continuamos ampliando la superficie dedicada al vehículo privado, acabaremos por destinarle los mejores espacios. De hecho, hace años que este es el paradigma desde el que se afronta cualquier dilema que tenga que ver con el tráfico en Canarias (anillos, túneles, puentes elevados, rotondas,…), sin que se perciba una solución definitiva (continúan los atascos, los accidentes, la contaminación por CO2…). Flaco favor hacemos a nuestro territorio, a nosotros mismos y a las generaciones futuras si continuamos con esta forma de pensar.
Debemos reflexionar de otra manera. Frente a ofertar más infraestructuras que tratan de contener un volumen de vehículos creciente, con profundas afecciones medioambientales y sociales que se ignoran en un territorio limitado y escaso; ante falsas salidas vendidas a la opinión pública como mejoras en las seguridad vial que terminan por materializarse en una dilatación del espacio brindado a las carreteras, consumiendo más y más lugares valiosos, ¿por qué no aplicar soluciones desde otra perspectiva?. Por ejemplo ¿Por qué no reducir la velocidad máxima en las vías de alta capacidad? Si, tal y como indica el consejero insular de carreteras, la TF5 ni siquiera es una autopista, ¿por qué se permite circular a tales velocidades? La excesiva velocidad se ha convertido en la causa directa o complementaria de gran parte de los accidentes de tráfico. ¿Por qué no suprimir carriles dedicados al vehículo privado de forma progresiva y enmarcado en un plan a medio plazo? ¿Por qué no destinar un espacio mayor sobre las vías ya construidas al transporte colectivo? ¿Por qué no habilitar pequeños apartaderos aprovechando espacios inutilizados en el trazado de las vías?
No solamente hay otras opciones posibles, sino que la mejor política contra la inseguridad vial y la omnipresencia del coche es la de calmar el tráfico existente, esto es, reducir no solo el uso y el número de los vehículos sino también la velocidad a la que circulan, el espacio que ocupan y su actual predominio sobre los restantes usuarios de las vías públicas, con el fin de equilibrar la relación de fuerzas entre los distintos modos de transportes (Esteban & Sanz. 1996).