La crisis de la ciudad demasiado grande es la otra cara de la crisis de la naturaleza
Nota preliminar de Italo Calvino en Las ciudades invisibles. 1972.
No sé nada de urbanismo, mi perspectiva es la de un modesto observador que en mi condición de ciudadano intenta entender lo que ocurre alrededor. Hay valores urbanísticos positivos que se prodigan en algunos espacios dentro de las ciudades que deberían fomentarse para extenderlos al resto del cuerpo urbano. Entiendo que son capaces de crear ciudad dentro de otra ciudad sin necesidad de invertir grandes sumas de dinero público. Hablamos de valores relacionados con la cercanía y la proximidad, la diversidad de actividades económicas concentradas en un espacio, la mezcla de funciones urbanas que permiten sinergias o la convivencia en un mismo lugar de distintos estratos sociales, lo que podría reducir la creación de espacios en la ciudad especializados en determinados niveles de rentas, ya sean suburbios o urbanizaciones exclusivas. Estos valores tienen directa relación con el incremento de la calidad de vida de una comunidad. A mi entender redunda en la creación de nuevos puestos de trabajo, la reducción de largos desplazamientos motorizados con la consiguiente disminución de la contaminación acústica y por gases, la revalorización económica de la zona objeto de estos procesos, la densificación de ese núcleo urbano, etc.
En la calle Espíritu Santo del distrito centro de Madrid se vive desde hace al menos dos años (quizás algo más) un proceso de estas características. Se han reunido en poco más de 100 m. todos estos valores en un periodo de tiempo relativamente corto retroalimentado a sí mismo a medida que nuevos negocios se iban abriendo en dicha vía. Entre las esquinas de esta calle conviven farmacias con tiendas de moda vanguardista o más clásicas, locales de copas tradicionales con los de factura más moderna e innovadora, espacios de ocio que reinterpretan la época sesentera, cafeterías castizas con otras más versátiles que se transforman en locales de ocio durante la noche, restaurantes de comida para llevar, hornos de pan tradicionales y pequeñas pescaderías de pueblo. También locales de venta de electrodomésticos, fruterías, carnicerías o los chinos. Una transformación urbana paradigmática en la que cohabitan con aparente armonía establecimientos con solera con locales modernos y de reciente apertura para convertir esta calle en un polo de atracción de cierto volumen de inversión y de gentes. Una diversidad que ha redundado en la creación de sinergias urbanas colectivas como las mencionadas al principio de esta reflexión.
Sin ánimo de ser exhaustivos, situamos las posibles causas de este proceso en las dinámicas de transformación que el madrileño barrio de Chueca lleva experimentando en los últimos 15 años (¿gentrificación?) y que a nuestro juicio ha saltado los límites naturales de su propio barrio para llegar al de Malasaña, al que pertenece la calle mencionada. El polo comercial que supone la calle Fuencarral, repotenciado por el proceso de peatonalización parcial que sufrió durante el 2009, ha contribuido a traer hasta la calle Espíritu Santo un tráfico importante de gente con cierto poder adquisitivo. También los sucesivos intentos de renovar el entorno de la Plaza de la Luna, antaño miserable centro de fornicación a gran escala, que persigue erradicar los últimos vestigios de un mercadeo prostibulario que se resiste a desaparecer. Esos intentos de cambiar la Plaza de la Luna han cristalizado, además de la propia reforma de la plaza, en la peatonalización de algunas de sus calles adyacentes (Ballesta y Desengaño), la apertura de nuevos negocios vinculados con el mundo de la moda, el ocio o la hostelería sustituyendo a los sórdidos tugurios y demás actuaciones que han proyectado su efecto sobre el interior del barrio de Malasaña y en concreto sobre la calle que nos ocupa. Otra causa factible; la propia crisis económica ha llevado a ciertas personas a perder su trabajo, lo que ha podido actuar como detonante para poner en marcha ese proyecto en el que siempre creyó. No han desaprovechado una buena crisis.
a- Una elevada contaminación acústica. La aglomeración de locales de copas y un comportamiento incívico de algunas personas que acuden a esta zona genera importantes niveles de ruido durante los fines de semana. Un problema cuya resolución es compleja puesto que una legislación muy dura en este sentido puede ahogar el proceso de apertura y creación de nuevos negocios pero que se podría reconducir garantizando el cumplimiento de la legislación vigente contra el ruido.
b- La existencia de cierto exceso de tráfico rodado. Aunque la calle es peatonal, se permite el acceso por su pavimento de vehículos privados. La prohibición de la circulación del tráfico privado salvo para los vecinos que justifiquen su vivienda dentro de la zona, para el transporte público y para el aprovisionamiento de los locales, mejoraría la calidad de vida de la zona al reducir el ruido motorizado, la contaminación y potenciar el pequeño comercio porque favorecería que las personas “colonizaran” aún más la calle tal como ha pasado en la calle Fuencarral.
c- La expulsión paulatina de la población residente en estos lugares y su sustitución por otro sector de renta más alta. La diversidad social de una zona, entendida como la cohabitación y convivencia de sectores de población de diferente renta, nacionalidad y edad es un valor de gran riqueza que se debe preservar y potenciar.
Cuesta ver un proceso similar en el interior de las ciudades canarias, al menos esta es mi percepción. Me refiero a detectar esos espacios en los que se ha puesto en marcha un proceso de renovación y recuperación urbana de ciertas zonas (también pueden ser rurales) de forma espontánea o facilitada institucionalmente, por el cual un lugar con un uso determinado logra ser recuperado y revitalizado para la colectividad logrando un plus de tipo social para el barrio, ciudad o pueblo donde se inserta. Si los hay, perdonen mi ignorancia, les invito a mostrarlos y resaltar sus virtudes. En Canarias (no es un caso único) no se revitalizan zonas, se transforman completamente asociándolas a agresivos procesos inmobiliarios o vinculándolas a la construcción de infraestructuras muy invasivas y a la postre segregadoras del núcleo urbano central. También mediante la estrategia de dejar morir barrios enteros para luego justificar potentes intervenciones.
Existen casos exitosos de cirujía urbana que pueden ilustrar el proceso de renovación en los núcleos urbanos canarios. Sin desdeñar las diferencias de escala y el respeto a la propiedad de la gente que vive en esos lugares, en el sentido de garantizar que el proceso de renovación no supondrá su expulsión hacia otras zonas y que la actuación, siempre basada en valores democráticos, mejorará su calidad de vida. Al mismo tiempo deberá permitir la atracción de nuevos colectivos que enriquezcan la diversidad social. Quizás habría que estudiar con un poco más de detalle las pequeñas dinámicas de renovación urbana que ocurren en núcleos de mayores dimensiones y que facilitan el éxito de ciertos sectores de la ciudad, sin necesidad de grandes inversiones o de cambiar la fisonomía urbana de forma radical. Acaso es solo cuestión de crear las condiciones legales e institucionales propicias para fomentarlo. O de facilitar las actitudes creativas y emprendedoras de la población, lo que está directamente vinculado con la educación que reciben los canarios.
Foto 1: Plaza en la C/Espíritu Santo.
Foto 2: Una de las cafetería en la C/Espíritu Santo
Foto 3: Una floristería
Foto 4: Algunas de las tiendas de moda