La imposibilidad del planeta de regenerar los recursos y asumir los residuos a la misma velocidad que son consumidos y desechados por la bestial maquinaria de expolio y explotación que acompaña a la depredación Capitalista, nos acerca cada día un poco más al abismo del colapso ecológico.
Varios factores desataron la bulimia inmobiliaria; bajos tipos de interés, el impulso institucional a la propiedad privada, unos reguladores que renunciaron a su principal función, la connivencia de los grandes partidos políticos con los sectores de la construcción y de la banca negando que hubiera algo parecido a una burbuja, la propia bonanza económica, etc. Pero hay un elemento fundamental que todos ignoraron (y aún continúa despreciándose) que favoreció un modelo económico centrado en la construcción de vivienda y que a la vez forma parte de los pilares del sistema capitalista; la creencia en la ausencia de límites. La idea socialmente aceptada de que se podía continuar creciendo de forma indefinida, la aceptación de que el territorio era infinito y por tanto que podía albergar una cantidad innumerable de nuevas casas que satisfacía las ansias de beneficio igualmente infinitas de los inductores de la burbuja. Una privación de topes materiales, energéticos y de recursos que ha ido acompañada de olvidar que existe un flujo de residuos paralelo al flujo de materiales que no pueden ser absorbidos por el Planeta en igual proporción. La consecuencia es clara; acumulación de desechos, saturación de los sumideros, deterioro ambiental y colapso ecológico.
Radazul. Asociación europea de perjudicados por la costa |
El gobierno de Mariano Rajoy, a través del Ministerio de Medio Ambiente, acaba de presentar el borrador del anteproyecto de ley que pretende reformar la Ley de Costas vigente desde el año 1988. Y lejos de impulsar una norma que reconozca de una vez por todas la finitud de los recursos naturales presentes en el territorio (y en particular en la costa española) y por tanto la imperiosa necesidad de su protección, parece que va a suponer una nueva vuelta de tuerca en el proceso de depredación del territorio a través del agotamiento de los recursos naturales, la ocupación acelerada del suelo y la degradación del paisaje. La exclusión del dominio público terrestre de algunos territorios como las dunas, que reducirán la zona pública total; el hecho de que las industrias situadas en dominio público deban superar un informe ambiental para prorrogar su actividad, un informe que será mero trámite en manos de las Comunidades Autónomas; la autorización de Medio Ambiente a reducir en las rías la servidumbre de protección de 20 a 100 metros; la exclusión de 10 núcleos de viviendas que dejarán de ser dominio público marítimo-terrestre; la ampliación de la concesión a 75 años a todas aquellas viviendas construidas en la playa, etc., invitan a pensar en ello.
En Canarias, la ausencia de límites en las políticas implementadas por los principales actores políticos y económicos es la característica esencial de un modelo económico basado en el turismo de masas, en el exceso. Una estrategia que ha olvidado que se puede ganar competitividad turística impulsando la calidad paisajística, la identidad de cada isla y un sector agrícola sostenible, máxime en un territorio de reducidas dimensiones como las islas. Las declaraciones del presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, mostrando su beneplácito al proyecto de reforma de la Ley de Costas argumentando que podría permitir el uso del litoral con fines de generación de empleo (otra vez el manido e interesado mensaje de generación de empleos) no augura nada bueno para un territorio muy castigado. Sobre todo cuando han sido unas declaraciones realizadas junto a miembros de uno de los lobbys de Tenerife, el Círculo de Empresarios del Sur de Tenerife.
La evidencia sobre la existencia de unos límites físicos, ecológicos y materiales en el planeta es abrumadora pero continuamos creyendo en la expansión material y energética ilimitada, cuando es uno de los pilares fracturados del Capitalismo.
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