Hace años la solidaridad de mercado se medía en base al dinero recaudado en los telemaratones, hoy parece computarse a partir de la cantidad de bolsas de comida que pueden donarse a las organizaciones asistencialistas.
Las extensión de la pobreza y la desigualdad en las Islas no son fenómenos nuevos consecuencia de los últimos cinco años de crisis. Ya existían en la época en que el Archipiélago crecía y generaba empleo. Entonces su mera existencia era un claro indicador de que había perdedores en el proceso de crecimiento económico. Sí, se creció y se generó empleo pero de forma desigual e injusta debido a la particular estructura productiva de las Islas y a las relaciones de poder que la hacían posible. Lejos de crear las condiciones para mitigar esas anomalías, el gobierno de Canarias y demás instituciones aplicaron diligentemente políticas que ignoraron dicha problemática.
Ahora, las reformas impuestas desde las instancias europeas y españolas han contribuido a que florezcan las bolsas de pobreza y desigualdad en las Islas, ocultas durante la etapa de euforia. Pero el seguidismo practicado por parte del gobierno canario en la aplicación de la ortodoxia neoliberal en su política económica, capaz de alardear de ser la comunidad española que mejores resultados obtenía en la aplicación del objetivo de déficit impuesto por Hacienda, lo que no era más que la manifestación de la envergadura de los recortes, han favorecido el deterioro de la situación social en la región. Interpretar el problema de la pobreza y la desigualdad en las Islas como resultado exclusivo de las decisiones tomadas desde el gobierno nacional o europeo, tal como intenta hacernos creer el grupo de gobierno regional (CC-PSOE), es una burda simplificación de este fenómeno que responde a intereses partidistas y no contribuye a entender el problema para solucionarlo.
La pobreza y la desigualdad en Canarias son la consecuencia del paro masivo y de larga duración; de los recortes en los subsidios de desempleo; de la ausencia de una política de atención social solvente que no fuera considerada por sus promotores como un engorro; de una especialización contraproducente de la economía regional en actividades de bajo valor añadido; de la transformación en norma de los llamados trabajadores pobres (los que teniendo trabajo gozan de condiciones laborales precarias sometidos al poder negociador de la patronal); de la supresión de servicios públicos esenciales que han pasado a ser prestados por entidades privadas, con la consiguiente merma de calidad y aumento de tarifas; del desarme deliberado de la educación y la sanidad pública; de la aplicación insuficiente, mal y tarde de la Dependencia; de la configuración de un sistema fiscal regresivo y escasamente recaudador; del enorme poder que han logrado atesorar grupos concretos de la economía canaria; del uso indiscriminado de nuestro limitado territorio como sumidero de residuos.
Todas estas dinámicas responden a una lógica concreta de esta nueva etapa del capitalismo; el debilitamiento de las clases trabajadoras, la mercantilización de aquellas parcelas esenciales de la vida humana que quedaban al margen del mercado y la aceptación alegre y acrítica de que el crecimiento económico nos salvará. Canarias no es ajena a estas dinámicas y sus gobiernos, comandados por CC en los últimos veinte años, pero en los que han participado también el PP y el PSOE como socios, han hecho muy poco por contrarrestarlas.
El pasado 28 de octubre se dieron cita diferentes personalidades del mundo de la política, los medios de comunicación y las entidades financieras para decidir que el 21 de diciembre se celebrará, una vez más, el Telemaratón Solidario. De ello se congratularon los alcaldes presentes con los vicepresidentes insulares, estos con los presidentes de entidades financieras, aquellos con los responsables de los medios de comunicación y los presidentes de cabildos allí presentes. Es de un enorme cinismo que desde las instituciones públicas y los medios de comunicación (muchas veces voceros de estas dinámicas) se exhorte al ciudadano a participar solidariamente en eventos de carácter compasivo como el que se celebrará ese día. Lo es porque los individuos que toman las decisiones en esas instituciones públicas (con un mandato claro de representarnos) en connivencia con los grupos económicos de mayor influencia, son, precisamente, los que se han encargado de desmantelar las redes de protección social que debería garantizar un Estado social y de derecho fuerte y solvente. Su cometido es la reversión de las dinámicas de exclusión que genera este capitalismo, no prolongarlas.
Obviamente vale más un poco de solidaridad que ninguna, aunque esta se ejecute dentro del marco del neoliberalismo caritativo, que, por otro lado, contribuye a no modificar en los sustancial las dinámicas de generación de desigualdad y pobreza. Pero ¿Realmente puede paliarse la pobreza y la desigualdad en las Islas mediante campañas caritativas y asistencialistas? El hecho de que el evento se celebre por quinta vez es un claro indicador de que se consolida en Canarias un entorno de convivencia profundamente injusto que no deberíamos permitir. ¿No será que lo que se pretende es rentabilizar electoralmente la pobreza y la desigualdad en las Islas o, al menos, apaciguar las conciencias de los que sí tienen con la pertinente dosis de compasión, medida por el volumen de donativos aportados? ¿Se puede revertir la pobreza y la desigualdad en las Islas sin poner las bases de un cambio en el modelo productivo regional, sin modificar una ley electoral de las más injustas del territorio nacional, sin limitar los privilegios de la élite económica de la Islas, sin modificar, en fin, las actuales bases de convivencia en el Archipiélago?
¡Cuánta cantidad de solidaridad se regalará ese día! Será mucha porque los canarios sabemos colaborar y cooperar cuando la situación así lo exige. Aquí no se cuestiona el carácter solidario de los canarios, tan necesario ante la emergencia social presente. Pero tras la fanfarria, las luces que iluminarán el decorado de la Plaza de España y los regalos donados, los factores que expanden la pobreza continuarán actuando de forma implacable. Y el gobierno encargado de sujetarlos seguirá mirando para otro lado.
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