miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Independencia? De quién y cómo


Si desde un punto de vista general fuera posible la independencia sin discutir el modelo social, entonces primero podríamos plantearnos la independencia, para después hablar del proceso social. Pero estoy convencida de que esto es imposible… 


Los desencuentros políticos entre el gobierno catalán (CiU y ERC) y el gobierno central (PP) han puesto en las primeras planas mediáticas el tema de la independencia. Asombra que se presente la discusión desde un punto de vista tan maniqueo, aunque está claro que esto buscan quienes alientan este hipotético debate. Los personajes antagónicos siempre se necesitan, así se logra sostener la ficción que construyen para satisfacción de sus fieles y de aquellos que les jalean.

Este es un asunto de interés que siempre ha estado sobrevolando la vida política canaria. Desde que algunos ven peligrar las cuotas de poder que les permiten hacer y deshacer a su antojo, raudos se apresuran a blandir la idea de independencia. Por supuesto, siempre con la boca pequeña, al menos en el caso canario, donde el nacionalismo de estas tierras siempre ha sido un nacionalismo carnavalesco, como de broma.

Tengo que declarar que los temas relacionados con la independencia o la autodeterminación de un pueblo me producen mucho respeto. Diría que carezco de una opinión clara y formada al respecto. Reconozco el derecho de autodeterminación de los pueblos porque así está establecido en la Carta de las Naciones Unidas y porque es un principio fundamental del Derecho internacional público. Me parece que tengo claro que un pueblo tiene que ser el que decida, en última instancia, su propia condición política. Creo que es un símbolo de democracia que se le pregunte a la gente si quiere o no la independencia en el marco de un debate colectivo, público, honesto y transparente. Sin embargo, no tengo nada claro que la independencia política suponga un pasaporte para vivir mejor, como algunos se esfuerzan en vender, si antes no se ha discutido el modelo social que debe subyacer a esa declaración. Llama la atención que no se efectúe una discusión razonada y seria sobre el tipo de sociedad que habría que construir tras esa declaración.

Sorprende que cada vez que se airean los temas relacionados con la independencia de un pueblo se hable de ella desde un punto de vista tan abstracto. A menudo se da por sentado alegremente que la independencia traerá bienestar y progreso por el simple hecho de que supondrá ganar en autonomía respecto del otro. Algunos políticos (y no políticos) se afanan en interpelar al ciudadano por la autodeterminación o la independencia pero ninguno se atreve a preguntar si desea unos partidos políticos más transparentes, por ejemplo, u otro tipo de democracia más representativa, o una economía más inclusiva.

En este sentido, qué discusión es primera ¿la de independencia sí o no, o la del patrón social que debe regir la vida de los nuevos ciudadanos independientes? Es decir, ¿Queremos la independencia pero manteniendo una partitocracia que siga dominando el nuevo Parlamento? ¿Perseguimos la independencia política pero sin cuestionar los factores económicos primeros que provocan la desigualdad social? ¿Anhelamos tocar la independencia sin antes tener claro que la justicia social sea el principio rector de la vida en común poniendo los medios para ello? ¿Sirve de algo que una región, se llame Cataluña, Canarias o Taiwán sean independientes políticamente pero continúen rindiendo cuentas en el ámbito económico a organismos internacionales como el FMI, el BM, o el BCE, promotores de los mayores desafueros económicos? ¿Ansiamos la independencia pero manteniendo la relación de subordinación de esa entidad política independiente con el sector financiero? ¿Tenemos interés en ser independientes y no hacer nada para crear un ecosistema económico incluyente capaz de respetar los valores físicos del planeta y restaurar las relaciones entre los individuos basadas en el bien común?

Me parece que una discusión previa sobre todos estos temas es vital si una región o un pueblo desea ser realmente independiente. De lo contrario, los debates alrededor de la independencia y la propia declaración corren el riesgo de convertirse en un simple instrumento al servicio de algunos poderes para ocultar la gestión de sus propios asuntos internos.

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