…la creación de infraestructuras de transporte podía tener un efecto dinamizador en un principio, partiendo de una situación muy baja o nula, pero su efecto disminuía progresivamente a medida que se añadían nuevos trazados a las redes ya existentes. Dicho en términos económicos, su rentabilidad marginal era fuertemente decreciente.
Parece claro que en Canarias aún nos tragamos el mito de las infraestructuras. De lo contrario, el ciudadano dejaría de demandar a sus políticos más puentes, enlaces, rotondas, túneles de diversa longitud, carreteras con varios carriles, etc. El mito consiste en creernos a pies juntillas que suministrar infraestructuras genera empleo, trae riqueza y por consiguiente bienestar para la comunidad. Una lógica profundamente arraigada en nuestra mente y en la de nuestros responsables políticos que no se cansan de repetir este mantra. Y aún cuando esto es cierto para determinadas situaciones históricas de una comunidad, también es cierto que sobrepasado un determinado nivel, más infraestructuras generan regreso más que progreso. Esto es así porque incrementan el índice de artificialidad del territorio, lo desnaturalizan, consumen espacio, privatizan el espacio público, generan malestar y ruido y, sobre todo, porque, a menudo, comprometen grandes presupuestos que podrían dedicarse a satisfacer otras necesidades de mayor urgencia.
Infografía del Puerto de Fosalía. Tenerife |
Al igual que se echa de menos un ciudadano que adopte una postura crítica, castigando electoralmente a aquellos mandatarios (y partidos políticos) que sugieran más intervenciones públicas sin una justificación argumentada y solvente, faltan políticos que dejen de imponer soluciones predeterminadas a problemas que requieren un estudio y un análisis a conciencia y profundo de las necesidades de la comunidad. Así pues, creemos que dos son las condiciones necesarias para que por estas tierras se comience a actuar de modo distinto en relación a estos asuntos: el desarrollo de una conciencia cívica y crítica por parte del ciudadano y el impulso de una firme voluntad política dirigida a abandonar políticas públicas pensadas para beneficiar a determinados agentes económicos. Lo primero implica fortalecer el sentido cívico del ciudadano, de manera que adquiera una verdadera voluntad y pensamiento propios que le haga cuestionarse las decisiones públicas tomadas en base a la tradición, la costumbre, el prestigio o al empuje de una fuerza exterior, desdeñando, al mismo tiempo, las necesidades colectivas. Lo segundo exige profundizar en los cauces democráticos de una sociedad donde primen las decisiones colectivas tomadas bajo estrictos criterios de transparencia y participación del propio ciudadano, mucho más allá de las convocatorias electorales de cada cuatro años.
Conviene tenerlo presente ahora que nos adentramos en periodo preelectoral. A buen seguro, algún político iluminado querrá engatusarnos de nuevo ofreciéndonos estos señuelos. Reclamos donde la experiencia nos dice que se vende gato por liebre porque no incrementan el bienestar de los canarios sino los bolsillos de quienes los promueven. A Canarias ya solo le falta un kilométrico puente que enlace alguna de sus islas o un profundo túnel que bajo el lecho marino facilite la conexión entre sus pueblos. Lo primero lo propusieron algunos en las anteriores elecciones municipales y autonómicas. Que no nos sorprenda que vuelvan a desempolvar el proyecto u otros de similares características pero, sobre todo, no nos dejemos embaucar más con estos reclamos.
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