Para movilizarse no sólo se requiere malestar e indignación, también hay que creer en la utilidad de la acción colectiva, en que es posible vencer y en que no todo está perdido antes de empezar. (Pág.157).
En vista de cómo va el mundo, el anticapitalismo es hoy una apuesta perfectamente razonable y verdadero imperativo moral y estratégico. (Pág. 162).
Sus crisis nuestras respuestas. J.M Antentas y Esther Vivas. En Impactos y consecuencias de la crisis. Nº 113 de la revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global.
Nada nuevo. Todos los movimientos sociales que han surgido a lo largo de la historia han tenido que sufrir los ataques del establishment político-económico dominante. En última instancia, los movimientos sociales portan una censura inflamada sobre el status quo imperante y éste suele responder reprimiendo dicha crítica, tanto desde el punto de vista ideológico, omitiendo el debate imprescindible, como desde el punto de vista físico, reduciendo las movilizaciones necesarias. A nivel internacional pensemos en el frente antiglobalización que surgió a finales de los 90, violentamente reprimido en las calles y acusado a diestro y siniestro de ser un movimiento heterogéneo incapaz de aportar nada. O en Canarias, en todas las movilizaciones de inspiración eco-social de la primera década de este siglo, a los que lúcidas mentes que dominan el poder local llegaron a tratar hasta de terroristas. Por tanto, estas reacciones de rechazo por parte de los que tienen el control son esperables y evidencian, por sí mismas, graves limitaciones democráticas de quienes las emiten.
Conocedores de que el mundo no puede cambiarse sin proponer alternativas, el movimiento 15-M ha hecho un esfuerzo propositivo importante, aportando abundantes iniciativas que pueden encontrarse en la red o en las fuentes de información del movimiento a nada que se tenga un mínimo de interés y curiosidad. Obviamente las propuestas concretas necesarias para la mejora de las condiciones sociales requiere la participación de todos los agentes implicados mediante un proceso de deliberación que les de forma y las perfile. Una labor que necesariamente implica un horizonte temporal a medio plazo. Como indica J. Stiglitz: las protestas no son normalmente lugares donde se articulen filosofías económicas. Son una reflexión, una expresión de que algo va mal, una demanda de soluciones cuando no se ha hallado diagnóstico. ("La Unión Europea no está rescatando a Grecia, sino a los bancos alemanes". J. Stiglitz. El País).
No son las únicas. Antes, muchos otros colectivos, intelectuales, economistas, ONG´s,… han hecho propuestas perfectamente factibles para que la situación de progresivo deterioro sea superada. Pensemos en todas las iniciativas de corte ecologista que hoy en día están en marcha aunque bien es verdad que no lo suficiente, programas de reciclaje, aplicación de tasas sobre el transporte privado, depuración de aguas… O desde el punto de vista político las experiencias en presupuestos participativos aplicadas a nivel local en algunos países. Son los actuales centros de poder económico y político y sus terminales mediáticas los que han evidenciado un hermetismo de libro hacia las mismas, lo que es simple y llanamente una muestra inequívoca de ausencia de debate y por tanto de democracia. En último término lo que se está hurtando a la sociedad es algo esencial en Democracia, la obligatoriedad de debatir, la imperativa necesidad de deliberar sobre lo que ocurre. La prueba de cargo fundamental de esa resistencia a asumir iniciativas es que visto en retrospectiva la actual crisis económica ha demostrado la necesidad de implantar algunas de las iniciativas planteadas por el frente antiglobalización hace más de una década. Nos referimos a la supresión de los paraisos fiscales y la aplicación de una tasa sobre las transacciones económicas.
Sorprende enormemente que se critiquen las ofertas aportadas por el movimiento, realizables, posibles y con un ínfimo coste económico y se ignoren, deliberadamente, los efectos devastadores, empobrecedores y antidemocráticos de las iniciativas que sí se están aplicando para resolver la crisis económica. La única explicación ante este comportamiento es el interés de los que dominan la tramoya política y económica en evitar a toda costa cualquier cambio que suponga una modificación de esos intereses.
Ante este panorama, nos parece más inteligente preguntarse sobre las consecuencias de las medidas adoptadas por unos organismos internacionales que para más inri tienen graves déficit democráticos. Es lamentable que desde algunas privilegiadas tribunas se critique al movimiento 15-M desde la perspectiva del quiénes son, qué quieren, cómo aspiran a conseguirlo o qué hacen de verdad, (Descifrando la indignación. J. I. Wert. 30.06.11. El País) cuando después de más de cuatro años desde que estalló la crisis subprime en EE.UU. no solo no se ha resuelto la grave recesión en la que se encuentra el mundo desarrollado sino que no se ha avanzado ni lo más mínimo en poner coto a las causas que han provocado la actual debacle mundial.
Parece más inteligente que todas esas privilegiadas, formadas y entendidas mentes que se afanan en desentrañar los presuntos entresijos oscuros que articulan el movimiento 15-M, se esfuercen en analizar y criticar quiénes son los que han tomado las decisiones que nos han llevado a la actual situación de virtual colapso; ¿Ha sido la clase política? ¿Tiene algo que ver una élite económico-financiera introducida hasta la mismísima cocina política por medio de técnicas de cabildeo muy sofisticadas? . Sería interesante que trataran de desentrañar qué es lo que quieren alcanzar nuestras autoridades políticas y económicas con las decisiones que se han tomado; ¿Han deseado y desean, quizás, conseguir que el sector bancario no asuma nunca sus erróneas decisiones? ¿Quieren socializar las pérdidas mientras los beneficios de la inmensa burbuja se han privatizado y continúa haciéndose? ¿Responde esta situación a un escenario de justicia social y económica?; Igualmente es preciso que se cuestionen cómo aspiran a conseguirlo; ¿Son los planes de austeridad la herramienta que permitirá alcanzar la recuperación? ¿Es democrático que estos programas de ajuste no hayan sido explicitados en los programas electorales de los partidos que están en el gobierno?; y por último deberían preguntarse qué están provocando de verdad las instituciones que promueven estos planes ¿Se ahonda en una década de depresión? ¿No se están detonando los pilares de la actual democracia en beneficio de la supervivencia del capitalismo reorganizando las actuales relaciones sociales y de clase en su propio beneficio?.
En este contexto, una expresión ciudadana como el movimiento 15-M y otros movimientos sociales de contrastada experiencia no solo son necesarios, son imprescindibles porque hoy en día, es vital la contestación y tenemos muchas razones para ello.
Imagen 1 y 2: Carteles de convocatoria de la movilización nacional contra el Pacto del Euro del pasado 19 de junio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario