La actividad petrolera en Canarias no dejará ningún tipo de beneficios económicos en las islas más allá de la actividad portuaria derivada del tránsito marítimo.
No parece que la convivencia del nuevo modelo energético con el establishment vaya a ser pacífica. Y ello debe estar presente en las estrategias de cambio energético (….) El avance de un modelo sostenible depende de la correlación de fuerzas que vaya acumulando frente al viejo modo de producción.
Conviene recordar algunas ideas en tiempos en los que gratuitamente se ensalzan los supuestos beneficios de las prospecciones frente a las costas canarias. Para algunos solo es cuestión de distancia. Curiosa forma de justificar las actuaciones de la petrolera en la era de la Sociedad del Riesgo donde las catástrofes carecen de límites espaciales, temporales y hasta sociales.
Dos son las ideas a destacar, presentes en el libro de reciente publicación Qué hacemos por otra cultura energética. La primera idea tiene que ver con el origen energético de la crisis actual. Antes del descalabro del sistema financiero mundial, de los rescates de países y ciudades, de los problemas con la deuda y las primas de riesgo e incluso del incremento de las tasas de desempleo, se produjo un auge de los precios del crudo hacia el año 2004. El precio del barril de petróleo pasó de 20$ a 40$ y continuó creciendo hasta superar holgadamente los 100$ en el 2007. Dicho incremento tuvo una influencia decisiva en el alza de la tasa de inflación en Occidente. Un movimiento inflacionista que al minorar el valor de las obligaciones de cobro que poseían los principales acreedores de la economía mundial, estimuló una subida de los tipos de interés para combatirla. Esa subida de los tipos fue la responsable del desastre de las hipotecas subprime en EE.UU. en el verano 2007.
¿Por qué se produjo ese crecimiento de los precios del petróleo? Muchas son las razones del cambio de tendencia de los precios del crudo hacia el año 2004 pero todas apuntan a una mezcla explosiva entre el hundimiento de la producción en algunos de los principales campos petrolíferos del planeta, el aumento del consumo de los países emergentes como la India, Brasil o China que se tradujo en un incremento de sus necesidades de energía, las tensiones provocadas por la intervención bélica de EE.UU en Irak y Afganistán, la especulación sobre los precios de las materias primas energéticas….
Es interesante no perder de vista la componente energética de la presente crisis, demuestra la debilidad y dependencia de un sistema de relaciones económicas que descansa en la extracción y suministro de recursos fósiles que son limitados. No es la primera vez, los últimos conflictos bélicos que han ocurrido en lugares como Libia o Malí esconden una lucha por controlar las principales fuentes de extracción y suministro ante un más que probable escenario futuro de escasez de recursos fósiles.
La segunda idea a destacar está relacionada con las posibilidades de cambio que un nuevo modelo energético podría imprimir en la actual estructura productiva. Ese paradigma energético podría estar sustentado en la cultura del ahorro y un menor consumo de energía, donde la ciudadanía tuviese capacidad real de participación, decisión y control sobre la planificación energética que realizan los poderes públicos, donde las fuentes tuviesen carácter renovable y, en fin, donde se incentivara legalmente la descentralización de la energía de forma que la ciudadanía pudiera contar con su propio sistema de generación en aquellos lugares dotados de renovables. Un paradigma que rompería el que existe actualmente, basado en un oligopolio con un enorme poder de influencia económica y política, una concepción de la energía como una mercancía más y un elevado nivel de vulnerabilidad ante conflictos armados desatados en las zonas donde se asientan las mayores reservas del mundo.
El nuevo paradigma energético podría servir para reorientar el actual modelo productivo hacia nuevas actividades económicas basadas en la innovación, el conocimiento y las tecnologías limpias. Actividades que a buen seguro traerían nuevas y masivas formas de empleo y riqueza que podrán ayudar a superar el marasmo económico en el que estamos. Asimismo, podría servir de acicate para transformar ecológicamente los sectores más tradicionales de la economía.
Las prospecciones petrolíferas frente a Canarias suponen alejarnos de esa nueva cultura energética con potenciales efectos transformadores sobre el actual modelo productivo. Una nueva cultura donde las Islas podrían ser pioneras por sus condiciones naturales. Mientras continuemos en este paradigma obsoleto y superado por las circunstancias, los fenómenos de crisis que experimente la humanidad podrán tener manifestaciones económicas, financieras o sociales evidentes pero en origen seguirán siendo energéticas.
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