viernes, 12 de noviembre de 2010

Elogio de la abstención


"La democracia es una estafa, es la dictadura perfecta. Se elige entre dos dictadores: uno que sonríe y otro que gruñe. Ambos tienen los mismos jefes. Han convertido las elecciones en un acto de adhesión al régimen. Y si tras sus campañas propagandísticas multimediáticas no tragas, te mandan a los antidisturbios y listo. No sé hasta cuándo vamos a soportar esto, realmente no lo sé"

En Ensayo sobre la lucidez, Saramago fabulaba respecto a las consecuencias de que un colectivo de ciudadanos decidiera de forma individual ejercer su derecho al voto en blanco como respuesta a la ausencia de una propuesta política con la que se sintieran representados. Una reacción de la ciudadanía que destapaba dos cuestiones; por un lado el desafecto de esa ciudadanía con sus políticos y por otro lado la confianza, a pesar de todo, en la Democracia como forma de organización política de un estado. El acto de votar ejemplificaba en el relato la creencia de la ciudadanía en dicho acto como modo de participación política en la vida pública para revertir el curso de las cosas.

Admitiendo, como no puede ser de otra manera, que la Democracia es el sistema de organización política menos malo de los que existen y teniendo en cuenta que la clase política aparece entre los tres grandes problemas que preocupan a la ciudadanía según las últimas encuestas del CIS, no llegamos a entender cómo es posible que continuemos con ese acto ritual, muchas veces solemne, de acudir a las urnas cuando se convocan elecciones. ¿Cómo es posible ante el panorama desolador actual que el ciudadano continúe votando? ¿Por obligación moral? ¿Por esperanza de cambio? ¿Por fidelidad a las siglas de un partido? ¿Porque en el fondo el ciudadano participa de la liturgia en la que se ha convertido la política actual? El dilema es mayor cuando nos percatamos de que el público en general ha abandonado desde hace algún tiempo sus responsabilidades cívicas. El individualismo, el consumismo y el conservadurismo de las clases medias instaladas en la comodidad, han contribuido a desactivar la capacidad crítica del ciudadano, anestesiado por el confort de un estilo de vida basado en el bienestar y el hedonismo. Ante esta coyuntura resulta cuando menos singular que el ciudadano continúe acudiendo a las urnas. ¿Solucionará algo la alternancia en el poder cuando estamos ante una crisis cuya dimensión no es solo económica, sino además social y ambiental? Bajo nuestro punto de vista solo se conseguirá incubar la próxima recesión en el aspecto económico saliendo en falso de la actual crisis socializando pérdidas y deteriorando un medio ambiente ya de por sí maltrecho.

Resulta desalentador detectar, en el panorama político actual, no solo la incompetencia para resolver una situación económica crítica por parte del gobierno electo sino la completa falta de alternativas de una oposición que parece más instalada en recibir el mando del país gracias a la profundización de la crisis que ganárselo con sus propias propuestas. Pero lo que es verdaderamente frustrante es ver como un gobierno de izquierdas abandona definitivamente las políticas de izquierda para abrazar una política económica de derechas basada en privilegiar el recorte en el gasto frente a impulsar el crecimiento económico. Si, como parecen indicar todas las encuestas, el PP recupera el poder en las próximas elecciones generales, se profundizará la deriva neoliberal de las medidas para salir de la crisis. Medidas que ya están siendo tomadas en países europeos como Francia, Inglaterra o Alemania. Con ello se confirma que la derecha continúa siendo la derecha y la izquierda se parece cada vez más a la derecha. Un panorama que profundiza la falta de alternativas y la escasa diversidad ideológica en las propuestas de un sistema democrático instalado en el bipartidismo. Cuando las alternativas políticas son monocordes la esencia de la Democracia se ve afectada.

Particularmente ilustrativo es lo que pasa en Canarias. Ruptura del pacto de coalición de gobierno. Coalición Canaria gobernará medio año en absoluta minoría formal siendo la tercera fuerza política en número de votos. Una izquierda cercenada por su sector más crítico mediante la imposición de gestoras. Y un pujante movimiento social cuyas demandas no se han visto recogidas por ningún partido político mayoritario.

Debemos aceptar que las democracias representativas de hoy en día han degenerado en partitocracias donde son las formaciones políticas las que marcan la agenda. Hoy en día el poder no reside en la voluntad colectiva del pueblo que solo puede aspirar a influir en la alternancia, el poder está en los partidos políticos. La total ausencia de proporcionalidad en el actual sistema electoral, la reducción de la participación del ciudadano en los asuntos públicos que más le afectan a un mero trámite burocrático, el tabú a la hora de aclarar la financiación de los partidos políticos y la excesiva connivencia entre el poder económico y el político cuya consecuencia evidente ha sido la corrupción, son solo algunos ejemplos de la degradación de este sistema democrático.

Lo verdaderamente crítico con este sistema, lo realmente revolucionario con un sistema político dominado por una plutocracia es la abstención, no acudir a la cita electoral para destapar esta farsa de democracia representativa en la que vivimos. Pero una abstención entendida como reacción de una ciudadanía hastiada de una clase política degradada. La ciudadanía tiene que recuperar en bloque el talante de reprobación, su capacidad crítica, en definitiva su desobediencia como modo previo de enderezar una sociedad a la deriva. Sería interesante conocer cuál sería la reacción de nuestra clase política ante unas elecciones con un nivel de abstención superior al 50%.

Urge reflexionar cuanto antes respecto a los principios que deben inspirar en el largo plazo, la sociedad del futuro, qué tipo de estructuras institucionales deberán representar esos principios y qué estrategias podrán ayudar a atravesar el itinerario a un nuevo escenario más justo económica, social y ambientalmente. Una reflexión que en mayor o menor grado ya se está efectuando en el seno de los movimientos sociales. No parece que ninguno de los grandes partidos esté preocupado por alguna de estas cuestiones.

Foto 1: En el blog Tierra de Genistas
Foto 2: En el blog Karbolarium

4 comentarios:

  1. El desencanto en la política actual puede dar lugar a la irrupción de partidos políticos extremos que pueden alcanzar el poder con relativa facilidad y un discurso oportunista. Hay que tener prudencia y cuidado con la desafección.

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  2. Gracias por tu comentario.

    Cierto, el acceso al poder de grupos políticos extremistas es un riesgo que corremos ante el descrédito de la política actual. Ese es el peor resultado de la desafección que ya se dio en el periodo de entre guerras.

    Sin embargo, también es cierto que pueden irrumpir movimientos sociales que sean capaces de generar alternativas a la deriva privatizadora, neoliberal y ecocida que muestran las políticas de hoy en día.

    Esto último ya está ocurriendo, ya hay grupos sociales que trabajan en ese sentido. Hay que apoyarles y favorecer su desarrollo.

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  3. Como queda claro desde el mismo enunciado que supone su título, este post defiende la abstención, como única salida posible ante el desastre ocasionado por un “sistema político dominado por la plutocracia”.
    Yo estoy absolutamente en desacuerdo con la tesis. Aunque, por supuesto, comprendo y comparto los motivos de la exasperación de quienes se abstienen, debo decirles que su actitud es dramáticamente contraproducente. La abstención alienta el problema, en lugar de combatirlo, porque los votos que no se producen en contra de los partidos desaprensivos, mejoran los resultados de estos partidos.
    El efecto de expresión de crítica y rechazo a los actuales partidos hegemónicos no obra ningún resultado, porque parte de un supuesto imposible: la existencia de vergüenza en esos partidos. A la gentuza que la abstención permite encaramillarse al poder le tiene sin cuidado ese testimonio en contra. Es más. Luego se llenan la boca con los resultados, porque presentan mentirosamente los porcentajes de apoyo electoral que reciben, como si fueran la expresión de la voluntad popular. Con esto, quienes se abstienen desaparecen del mapa. La abstención es un auténtico suicidio político.
    Se pregunta mi amigo Acosta “cuál sería la reacción de nuestra clase política ante unas elecciones con un nivel de abstención superior al 50%.” Pues yo le respondo, sin temor a equivocarme. La reacción de esta gentuza sería exactamente la misma que la de ahora, en que la abstención roza ese porcentaje, porque es del cuarenta y tantos por ciento. La reacción de los sinvergüenzas sería la que es, partirse de la risa y apresurarse a tomar o conservar el poder y perpetrar las fechorías, el saqueo y el malbaratamiento del patrimonio colectivo, en nombre de la voluntad popular que ellos, insisto que falazmente, dicen representar.
    Por eso la abstención, siendo una posición ética que alabo, es en realidad una actitud equivocada, porque permite el efecto que intenta combatir.
    Lo que hay que hacer es buscar alguna de las muchas opciones políticas minoritarias que se presentan. De esas, incluso las hay que tienen posibilidad de llegar a los ayuntamientos, a los cabildos, a los parlamentos. Aunque no tengan posibilidad de gobernar, que también tienen, la presencia de representantes honestos en los órganos deliberantes y legislativos siempre será más conveniente que quedarse fuera, gritando y soportando la acusación de que se pretende subvertir el sistema.
    www.lacasademitia.com

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  4. Gracias por tu comentario.

    Creo en la encomiable labor que están haciendo algunos partidos políticos pequeños desde hace unos años en Canarias. Son los únicos que están recogiendo las importantes y fértiles propuestas realizadas por los movimientos de corte social que han denunciado una defensa del territorio. Creo que puede ser una salida ilusionante a las opciones mayoritarias que dominan la vida política actual y por eso hay que apoyarlas. En 1984 se inicia el proceso social de El Rincón en Tenerife. Es decir, hace ¡26 años! Hasta donde sé, situaría ahí el inicio de actividades sociales y políticas organizadas por parte de movimientos populares (sin considerar el movimiento sindical o el movimiento feminista cuya eclosión es anterior). Creo que lo que está ocurriendo hoy en día es tributario de esa época que logró “hacer saltar la chispa”, es decir, la transformación de una sociedad no puede conseguirse sin una actividad política intensa que nazca desde la propia ciudadanía. ¿Por qué han surgido estos movimientos sociales? Porque han captado que ni las actuales instituciones, ni los partidos responden a sus deseos y/o necesidades. La eclosión del sindicalismo, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los homosexuales, responden a esta idea. La misma estructura interna de estos movimientos, transparentes, transversales en sus demandas y horizontales en su jerarquía deberían servir de ejemplo de organización a los grandes partidos políticos.

    Aún soy escéptico sobre las posibilidades que tienen estos pequeños grupos políticos de llegar al poder a corto plazo. Los aparatos de los partidos mayoritarios son poseedores de una infraestructura de propaganda tal que veo muy difícil que las formaciones más pequeñas lleguen al gran público salvo realizando un trabajo perseverante y minucioso desde lo local y cuyos resultados podrán verse en todo caso y en el mejor de los casos en el medio plazo. Ojalá me equivoque porque significaría que nuestra sociedad ha salido del embotamiento en el que se encuentra.

    Creo que el sentido de fondo del artículo (no sé si lo he conseguido) no es alentar a la abstención, sino denunciar un sistema político que se autodenomina democrático cuando las decisiones más importantes están en manos de los partidos políticos mayoritarios, donde incluyo a los nacionalismos periféricos. La crítica del artículo desde mi modesta aportación va dirigida a los cimientos de esta presunta democracia en manos de una oligarquía. Y su bipartidismo de facto, no es lo más preocupante. La conexión, muchas veces descarada, del poder económico con el político, un sistema electoral injusto y dos cuestiones que me parecen fundamentales, cómo se financian los actuales partidos políticos y las bajas o nulas posibilidades de participación de la ciudadanía en los asuntos que le conciernen, son cuestiones que ponen en tela de juicio la esencia de la democracia, que el poder reside en el pueblo. Bajo mi punto de vista, en el sistema actual, el ciudadano tiene sólo una vaga, muy vaga opción de vetar a un partido o a otro. Las opciones de elección están predeterminadas de antemano.

    Entiendo que esto solo puede cambiarse desde abajo, desde la ciudadanía.

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