lunes, 23 de julio de 2012

Los pilares quebrados del Capitalismo; La Técnica


Vivimos en la peor pesadilla de aquellos que confiaron en la Técnica como la clave para la emancipación del trabajo y la consecución de un reparto equitativo de la riqueza


Algunos pensaban que el desarrollo tecnológico sería la panacea que liberaría al ser humano de la tiranía de la pobreza, la dependencia de la naturaleza e incluso facilitaría la emancipación del hombre respecto del trabajo. Es indudable que las sociedades occidentales han progresado en los últimos 300 años de hegemonía capitalista, entendiendo el progreso no solo como acumulación material sino también como adquisición de nuevos conocimientos. Sin embargo, no solo no se ha conseguido erradicar la pobreza, desligar la actuación del hombre de los ciclos de la naturaleza o liberarle del trabajo. La Técnica ha introducido factores adicionales de riesgo que amenazan con dinamitar la organización de la sociedad tal y como la conocemos. Una evidencia que demuestra que las rentas generadas por el cambio tecnológico han sido distribuidas de forma muy desigual entre los diferentes agentes de la sociedad en virtud de su poder de influencia, lo que ya es de por sí un fracaso.

Central Térmica de Jinamar. Gran Canaria. Visualphotos.com
Frente al interesado discurso de que la Técnica nos proporciona una vida mejor y la idolatría obsesiva a ciertos aparatos tecnológicos de reciente comercialización, hay que ser conscientes de que la tecnología ha evolucionado de forma tan rápida que, al tiempo que ha proporcionado grandes cotas de confort al ser humano, ha originado problemas de imposible solución hasta el momento. Las técnicas de ingeniería financiera, por ejemplo, han contribuido en la presente crisis/estafa a llevarnos a un callejón sin salida de solución imposible hasta el momento pero ¿Hacia dónde nos llevan las técnicas de ingeniería genética? ¿Qué hacer con los residuos de la energía nuclear? ¿Cómo atajar los efectos del incremento del agujero de ozono o el calentamiento del planeta Tierra provocados por la utilización indiscriminada de muchos avances tecnológicos?

Unos efectos perversos que no solo superan las fronteras espaciales de los Estados, también sobrepasan las fronteras temporales porque sus consecuencias recaerán sobre generaciones futuras. Lo que pone sobre el tapete una cuestión ética de calado; hasta qué punto estamos legitimados para aplicar tecnologías con ese grado de afección intergeneracional que mejoran el confort material de las generaciones actuales pero comprometen las del futuro.

Con este panorama, urge plantearse la aplicación de estas tecnologías bajo presupuestos de precaución. En la medida que continuar empleando la técnica como hasta ahora tiene consecuencias irreversibles, parece coherente ligar los poderes creativos de la ciencia y la tecnología al control democrático de la ciudadanía y de las leyes inmutables del universo. Una solución que pasa por la creación de organismos supranacionales que regulen la actuación global de los principales actores generadores de tecnologías de gran impacto. Su misión sería la distribución de las rentas que genera el cambio técnico de forma más igualitaria y reducir el impacto medioambiental del mismo.

En 1973, E. F. Schumacher decía en su visionaria reflexión, Lo pequeño es hermoso que la tecnología de la producción masiva es inherentemente violenta, ecológicamente dañina, autodestructiva en términos de recursos no renovables y embrutecedora para la persona humana (Pág. 163) y abogaba por el desarrollo y aplicación de tecnologías de pequeña escala, adaptables a cada entorno que permitieran tener en cuenta las dinámicas de la naturaleza. Una estrategia que no puede obviar la necesaria reconsideración de un modelo económico centrado en el consumo masivo.

Una vía por la que no han optado los prebostes de la política y la economía en Canarias. El creciente recurso a esa política superlativa que hemos denominado Gigantismo orienta al archipiélago por un senda de insostenibilidad. No se detectan visos de reconsideración en un modelo de crecimiento y desarrollo apoyado en la aplicación de soluciones técnicas de gran afección, ya sea en el ámbito del transporte, en el del turismo o en el energético. Una muestra que ilustra este razonamiento es el empecinamiento irresponsable y obsesivo del presidente del Cabildo de Tenerife, Ricardo Melchior, en la construcción del denominado Transrapid, el tren ultrarápido de tecnología alemana. Pretende solicitar 2.000 millones de € para su financiación en un contexto económico caracterizado por el incremento desorbitado de las deudas gracias, entre otras cosas, al exceso en la dotación de infraestructuras sobredimensionadas. Una de las características definitorias de una época donde se confundieron deliberadamente las necesidades con la especulación.

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