lunes, 29 de abril de 2013

Presuntos progresos

 
Estar en paro es un problema, pero trabajar también es un problema en las actuales condiciones, y cada vez será peor. El futuro no está en los “emprendedores”, sino en la construcción de espacios económicos alternativos y autogestionados: cooperativas, mercado social, intercambio, comunidad. 


Para la multinacional, Marta es en un perfil estándar. 24 años, un MBA por el que sus padres han pagado 35.000€ a una prestigiosa escuela de negocios, y 22.000€ brutos de salario anual. Marta dice que la multinacional la envía a Indonesia por tiempo indefinido. Ella ha aceptado. Es más, está encantada. Ve una oportunidad para progresar. La multinacional se lo ha ofrecido después de un año de intenso trabajo en la empresa. Su horario comienza a las 9 de la mañana y termina oficialmente a las 18:30 pero las tareas que tiene asignadas le impiden salir antes de las 21 horas, en el mejor de los casos. Lo normal es que la multinacional disponga de su tiempo como mejor considere. El buen empleado ofrece la flexibilidad suficiente para dar cobertura a las necesidades del cliente. Si mañana hay que presentar un documento, se presenta, con independencia del horario. Es ahí cuando sus prioridades quedan aplastadas por las prioridades de la compañía. No hay margen de maniobra porque el compromiso con la compañía se demuestra en esos momentos.

Le pregunto a Marta si hay algo en Indonesia que le interese. Me contesta que hay una amplia comunidad de europeos en situación similar a la de ella.... Hará vida con ellos. ¿Cuántos proyectos de vida se quiebran en virtud de la condición social del asalariado flexible en la economía globalizada de hoy? Le pregunto si le gusta lo que hace. Duda pero finalmente contesta con un lacónico sí. Su duda es ilustrativa. La vida laboral de los jóvenes que salen de las universidades, de las escuelas de negocio que han sufragado sus padres,… ¿Se parece a lo que esperaban o ni siquiera lo habían pensado? ¿Sueñan los jóvenes ejecutivos de ahora con el último modelo de auricular inalámbrico del mercado o el vehículo de mayor cilindrada que entra en el parking del centro de trabajo para consolarse?

Sergio acaba de salir de una reunión con su jefe. En ella han evaluado su desempeño durante el pasado año. Supuestamente, si la compañía le ofrece algo es porque cuenta con él, porque le han tenido en su radar, porque les gusta como trabaja. Decir no a lo que te ofrecen está mal considerado. Se asocia a la comodidad, a no querer progresar, a no mejorar. ¿Son compatibles con los intereses de la compañía las intenciones de un asalariado de hacer bien su trabajo sin necesidad de escalar en la jerarquía? ¡Ah! Eso forma parte de un concepto obsoleto de lo que hoy significa el nuevo marco de condiciones laborales. Eso no es progresar. El único progreso posible se produce dentro de la compañía y no fuera del entorno laboral del asalariado.

El jefe de Sergio le ha propuesto asumir tareas de responsable de proyecto. Él también las ha aceptado, pero su jefe le ha trasladado que esas nuevas responsabilidades no se verán correspondidas por un incremento de salario. Con toda seguridad, sí supondrá un incremento del tiempo de trabajo efectivo por la vía de horarios de trabajo más elásticos, digitalización de la vida doméstica, disponibilidad para ser ubicado en cualquier momento y correos profesionales que pueden llegar a cualquier hora de la noche. Por el momento, la grave situación económica que atraviesa la economía mundial ha afectado a la evolución de las ventas y los márgenes de la compañía. En consecuencia, los que la dirigen desde las alturas han decidido que este año no habrá ningún tipo de mejora salarial. Si su desempeño durante el nuevo ejercicio laboral es bueno, conforme a los criterios de motivación y compromiso que exige la multinacional, lo recompensarán económicamente,… en el futuro. ¿En qué grado se ve afectada la vida privada del asalariado cuando se somete al imperativo del óptimo rendimiento empresarial? Le pregunto a Sergio de dónde sale la motivación para asumir estas nuevas responsabilidades. Y me responde con otra cuestión ¿Cuál es el margen de elección, hoy, entre engrosar las listas del desempleo y la reducción de salario? La motivación externa no existe, al menos conserva un trabajo, es una cuestión de mera supervivencia, me replica ¿Tenemos en cuenta los estragos que produce en nuestros cuerpos y nuestros afectos la exigencia de tener éxito, éste determinado tipo de éxito?.

En la facultad nos vendieron un concepto de progreso incorrecto o como mínimo profundamente influenciado por el pensamiento económico dominante. Aunque lo peor no fue eso. Lo más flagrante fue que ese concepto lo compramos con todas las garantías y parabienes, sin preguntas de ningún tipo. Nos lo tragamos sin dudas que perturbaran nuestros pensamientos. Supongo que en aquellos momentos no habíamos leído lo suficiente. O eso o es la corrosión del carácter de la que hablaba Sennet, que tampoco leímos.

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