martes, 28 de enero de 2014

Aquellas pistas, estos pasajeros



(…) ése es el documento que se firmó y es el que va a misa. No ha habido ninguna variación al respeto. En él quedan registradas claramente las tres pistas del Reina Sofía, la actual, la Norte y la Sur; que la definitiva sería la Norte y que solamente en caso de emergencia se acometería la pista Sur (…) 


Hace ya más de 12 años los políticos de la Isla de Tenerife, con el presidente del Cabildo a la cabeza, esperaban como agua de mayo la presentación del Plan Director del Aeropuerto Tenerife Sur por parte de AENA. Era julio y deseaban irse de vacaciones con la tarea hecha; la constatación de que AENA y el Ministerio de Fomento tenían muy claro que las instalaciones aeroportuarias del sur de la Isla requerían una segunda pista de rodadura, además de otras inversiones menores. El Plan se aprobó a lo largo del año 2002 y preveía una afluencia de 13,79 millones de pasajeros para 2010 y de 16,22 millones para 2015 (Pág. 4.2). El gráfico que pretendía pronosticar la evolución del tráfico de pasajeros era paradigmático de una filosofía expansiva y desarrollista que parecía tender al infinito (Pág. 4.3).

No Incineración
Por supuesto, el debate político y social necesario para acometer este tipo de intervenciones en un territorio reducido como el de Tenerife brilló por su ausencia. En aquel entonces, como continúa ocurriendo hoy, ni se reflexionó sobre la necesidad de la misma ni se aportaron pruebas solventes de que Tenerife requería una instalación de estas dimensiones ni se habló de otras alternativas. En una especie de enajenación colectiva, los medios apoyaban la actuación, los técnicos de turno aportaban una visión favorable presuntamente experta e independiente, políticos de todos los colores manifestaban que una segunda pista en el Sur de la isla solo podía traer parabienes, e incluso amenazaron con movilizaciones en caso de que las inversiones no se ejecutaran.

En aquel entonces, se aseguraba que la segunda pista era una realidad y que ya estaba dada. De hecho, el entonces presidente, Ricardo Melchior, era partidario de que las negociaciones se desarrollaran sin demasiada luz ni taquígrafos, no fuera a ser que, por lo endeble de las justificaciones aportadas en este asunto, las inversiones volaran a la isla vecina o a otro lugar de la geografía española. Unas declaraciones que también revelaban un genuino modo de entender la política donde lo que era de interés general se imponía de forma claramente autoritaria (¿Hay alguna diferencia con lo que ocurre hoy día?). Es más, en un gesto de suficiencia que rayaba la locura se llegó a hablar de la construcción de una tercera pista. ¿Para qué tener dos si podíamos tener tres? Un comportamiento despilfarrador y antidemocrático que al cabo de la presente crisis ha resultado ser un lugar común del poder económico y político en las regiones españolas. Hace más de una década, Canarias no era muy diferente de esas comunidades que basadas en el poder del caciquismo local se creían punta de lanza del desarrollo español mientras la desigualdad social se enquistaban en sus entrañas.

Pues bien, si acudimos a las estadísticas de tráfico de pasajeros que publica AENA anualmente, vemos que el volumen de pasajeros que pasó por el aeropuerto Tenerife Sur durante el año 2013, uno de los mejores años para las Islas en cuanto a negocio turístico, llegó solo hasta los 8,7 millones. Y eso no es todo, AENA acaba de reconocer que Tenerife Sur es una instalación aeroportuaria que opera al 36% de su capacidad.

Resulta interesante acudir a las hemerotecas en este tipo de cuestiones porque nos iluminan sobre cómo se justifican y se han justificado ciertas decisiones en Canarias, cómo se vende a la opinión pública proyectos innecesarios socialmente y a quiénes benefician y perjudican. Sobre todo porque, salvo algunas honrosas excepciones, parece que hoy día existe un modo de proceder en la política canaria muy similar a la de hace unos años. Pocas cosas han cambiado. Y si no, reflexionen sobre lo que está pasando con el anillo insular.

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