sábado, 21 de febrero de 2015

Trenes, un decálogo contra el delirio ferroviario


El desarrollo de un megaproyecto requiere, en primer lugar, plena complicidad entre políticos y empresarios a la hora de promoverlo y de consentir (y ocultar) su fase extractiva, unido a un despotismo político capaz de imponerlo sin discusión sobre las numerosas alternativas de inversión. 

Observen bien la imagen publicada en el Diario de Avisos el día 23 de enero. En ella se muestra una infografía de parte del itinerario del tren del sur a su paso por Barranco Hondo, y que el Cabildo de Tenerife pretende comenzar a construir en el 2016. Es interesante analizar la imagen porque revela lo que nos proponen los poderes económicos y políticos de la Isla; volver a un modelo económico delirante (quizás nunca lo hemos abandonado) basado en la implantación de caras e impactantes infraestructuras cuya necesidad social no se justifica.


Lo que sigue es una breve cartografía de las implicaciones de un despilfarro interesado:
  • Una técnica demediada: En cualquier territorio europeo o peninsular estamos acostumbrados a ver una línea ferroviaria paralela a una autopista o autovía. Un trazado que podemos entender cuando se trata de cubrir grandes distancias. Precisamente, la gran distancia permite que el tren desarrolle todas sus potencialidades a nivel técnico (aceleración, velocidad, potencia, etc.). En una isla, con un territorio limitado y distancias entre poblaciones tan cortas estos requisitos no se cumplen. El itinerario entre la capital y Candelaria (16,2 km) parece que tendrá 3 paradas. Con estos mimbres ¿El tren podrá desarrollar toda su potencialidad técnica?
  • ¿Modos que coexisten o compiten?: Se plantea un diseño paralelo a una autopista, la TF-1, que sirvió como instrumento de desarrollo a las zonas del sur de la Isla hace cuatro décadas. Recientemente se le ha añadido un tercer carril en el trayecto que va desde la Capital hasta Güimar para liberar la carga de vehículos que soporta. Sin embargo, un diseño paralelo como el planeado significará que el tren no disputará espacio al vehículo privado. Y este aspecto pone en tela de juicio la verdadera utilidad y necesidad de una línea ferroviaria en la Isla. Parece que las intenciones del Cabildo con ese diseño es que el tren coexista con los otros modos de transporte. En ese escenario, ¿Será atractivo elegir el tren frente al automóvil cuando el tren solo permite el desplazamiento a la cabecera de una población? ¿Se pueden resolver los atascos sin que otros modos de transporte alternativos ocupen el mismo espacio del vehículo privado?
  • Consumo y degradación del territorio: Las dimensiones del ancho de la vía ferroviaria y la longitud del itinerario previsto auguran un movimiento descomunal de tierras, así como la extracción de un volumen de áridos de tal magnitud, que el impacto en términos físicos no será despreciable. Ese impacto ambiental nunca se contabiliza en los análisis del Cabildo y suponen un coste ecológicos que es ignorado sistemáticamente. Por las pequeñas dimensiones de la isla el impacto será proporcionalmente superior al que pueda existir cuando este tipo de intervenciones se hacen en territorios continentales o peninsulares. Usar el territorio canario como si de un continente se tratara (Sabaté Bel. 2005) es un error de escala manifiesto que imprime un coste ambiental brutal sobre un territorio muy frágil.
  • Otra barrera artificial: La autopista TF-1 ya supone una barrera infranqueable que en su momento dividió la Isla en dos partes; la zona costera, poblada (al menos en las zonas turísticas), más dinámica desde un punto de vista económico por su vínculo con el turismo; y la zona de medianías, despoblada y dedicada a una agricultura en franco retroceso. El trazado ferroviario previsto supondrá añadir una barrera adicional que separará aún más las medianías y la costa. Además, se creará una zona de nadie, un no lugar encajado entre la TF-1 y el trazado ferroviario, propicio para situar determinados equipamientos inmobiliarios que generarán plusvalías para algunos y contribuirá a degradar, aún más, la zonas colindantes a la costa.
  • Polarización urbanística: Una línea ferroviaria puede mejorar la comunicación entre los dos puntos extremos de la misma, en este caso entre la capital y la zona turística del sur de Tenerife. Al mejorar las comunicaciones entre estos dos polos urbanísticos y económicos se corre el riesgo de perjudicar a las poblaciones intermedias convertidas, en muchos casos, en meros apéndices residenciales de ambos polos. Despoblación, vaciamiento o pérdida de actividad económica son algunos de los efectos perniciosos que la implantación del tren puede acarrear. También algo mucho peor, desequilibrar o trasladar la actividad económica de forma definitiva hacia el polo más potente.
  • Más expropiaciones: El nivel de desposesión de propiedades y terrenos que implicará el proyecto será considerable, lo que generará malestar. En consecuencia, se profundiza la práctica de confiscar territorio a los canarios para dedicarlo a más infraestructuras. Así, el territorio se desnaturaliza y gana en artificialidad.
  • ¿Rentable?: El coste de construcción del tren del sur se estima en unos 3.000 millones de € que aportaría el Estado. En su momento, Ricardo Melchior indicó que el 30% -35% del coste se financiaría a través de los ingresos derivados de la explotación de la línea. Pero según estudios del propio Cabildo de Tenerife, el tren solo captará el 19% del tráfico de vehículos. Con esos números no cuadran las cuentas para financiar una obra de ese calibre. La consecuencia puede ser doble; que se produzca un incremento de las tarifas de forma excesiva y, por tanto, se convierta la infraestructura en una obra elitista hecha con recursos de todos pero disponible solo para quienes la pueda pagar; o terminar por rescatar la explotación de la obra con recursos públicos. En ambos casos se carga el coste económico sobre el conjunto de la sociedad canaria.
  • Dependencia energética: ¿Cómo se moverá el tren? Entendemos que por generación eléctrica pero esa electricidad se producirá quemando combustibles fósiles en alguna central eléctrica. La dependencia del Archipiélago de los combustibles fósiles es de sobra conocida, a pesar de sus óptimas condiciones para impulsar fuentes de energía renovables. El proyecto ferroviario, al menos, no contribuirá a reducir la fuerte dependencia de las Islas de los combustibles fósiles, puesto que su uso no será masivo y como hemos visto antes queda entredicho que el tren compita realmente con el vehículo privado.
  • Coste de oportunidad: Con los recursos previstos para la implantación del tren (recordemos que la estimación presupuestaria inicial es de unos 3.000 millones de €, sin contemplar sobrecostes) ¿Qué otras necesidades quedarán insatisfechas? Aquí no cabe aquél argumento absurdo de que el presupuesto tiene compartimentos estancos y finalistas, al fin y al cabo los recursos salen siempre del mismo saco, el del ciudadano. ¿No parece más rentable socialmente centrar el foco en los deteriorados ámbitos de la educación, la sanidad, los cuidados, las políticas de empleo y formación, el I+D+i, las energías renovables, la dependencia, etc.?
  • ¿Democracia?: ¿Se puede considerar una comunidad como sociedad democrática cuando en ella se toman decisiones basadas en una lógica plagada de ausencia de transparencia, de falta de análisis independientes que ayuden a deliberar, bajo el escrutinio de la ciudadanía, sobre la idoneidad de una intervención de este calibre? ¿Qué clase de comunidad antepone cubrir un trayecto en menor tiempo al bienestar real de sus gentes? ¿Qué tipo de dirigentes políticos ignoran con nocturnidad y alevosía las consecuencias en términos económicos, sociales y ecológicos de un modelo económico que la práctica ya nos ha dicho que es obsoleto porque solo contribuye a generar desigualdad y destrucción?

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