viernes, 5 de marzo de 2010

La izquierda aturdida


En la actual situación de crisis económica, cuya causa principal hunde sus raíces en las ideas neoliberales que comenzaron a brotar a finales de los años 70 en Inglaterra y EE.UU. sorprende detectar y percibir como están en completa regresión las ideas de izquierdas para combatir la actual situación de profunda recesión, no solo en España sino en el resto de Europa. ¿Cómo es posible que el ideario de izquierdas, emparentado con las clases populares, que son los auténticos damnificados de la situación actual, se muestre tan poco atractivo? ¿No es una total contradicción que sean las ideas conservadoras las que están en boga, cuando el origen de la crisis se encuentra en una desregulación desmedida de los flujos de capitales y una asunción de riesgos exuberante en pos de una libertad (libertinaje) económica presuntamente beneficiosa para todos?

En su último libro de magnífico título “Lecciones para el inconformista aturdido en tres horas y cuarto por un ensayista inexperto y sin papeles”, Irene Lozano nos proporciona una lúcida reflexión en esta línea y nos ilustra sobre la responsabilidad de la Izquierda en la crisis económica que vivimos, además de indagar en su situación actual o “estado de ánimo”.

La columnista de ABC nos deleita con un planteamiento que parte de la hipótesis de que en los últimos 20 años la izquierda ha sufrido un grave cisma que ha resquebrajado su unidad en tres grandes partes de difícil restauración;

La izquierda conspicua, que se podría identificar con la izquierda revolucionaria, la de los grandes discursos grandilocuentes que persiguen fines igualmente retóricos. Se trataría de esa izquierda un tanto enquistada e inmovilista por ser tributaria de las ideas relacionadas con la dictadura del proletariado que originó el movimiento y que aún sigue considerando a Marx, Engels, Lenin y muchas otras viejas glorias como la revolución cubana los grandes bastiones ideológicos del movimiento.

La izquierda sedicente o sensacionalista conformada por esos individuos que se apresuran a arrogarse las ideas típicas de izquierdas pero que lejos de ponerlas en práctica se valen de ellas para sus propios fines u objetivos. Esa izquierda estaría integrada por todos los popes de la llamada Tercera Vía y otros, que lejos de desplegar unas medidas económicas de corte izquierdista para contener la expansión de la crisis, no han dudado ni un momento en desarrollar una política económica básicamente conservadora.

Y por último menciona a la izquierda aturdida, la izquierda que según la autora se ha formado entre las ruinas de la derrota electoral y la falta de ideas del propio movimiento. Ha proliferado entre la incapacidad de la izquierda conspicua de enterrar a sus muertos y renovarse y la incompetencia de la izquierda sedicente para hacer una apuesta real y comprometida por la idea de progreso. Estaría formada por individuos críticos y descreídos con el propio movimiento, perplejos al ver cómo las ideas conservadoras han avanzado sin parar ante las altas cotas de desprestigio que ha alcanzado la idea de progreso, el avance descarado de la desigualdad, la injusticia social, la falta de redistribución de la riqueza, el desmantelamiento del Estado del Bienestar o el deterioro del medio natural.

Lozano apunta que las causas de la disgregación de la izquierda son varias;
1- La traición de los ideales ilustrados de la izquierda actual para moverse en términos de coste-beneficio, abogando sin pudor por el enriquecimiento personal ilimitado o los sistemas fiscales regresivos. La izquierda actual adolece de una importante dosis de rebeldía dirigida a luchar, no por utopías inalcanzables, sino simplemente por lo “posible inexistente”, esto es, aquello que es posible alcanzar pero que no se encuentra hoy.

2- La renuncia a los valores propios, como el abandono de forma denodada de la idea de Progreso y su desidia respecto a la redistribución de la riqueza. El concepto de igualdad ha dejado de ser el eje vertebrador de todo progreso. Ambos conceptos están indisolublemente ligados a través de otro mayor, la justicia social. Solo la erradicación de las altas cotas de desigualdad imperantes en el mundo, pueden considerarse progreso y solo este progreso puede llevarnos a alcanzar mayor justicia en las relaciones sociales que dominan las sociedades de hoy en día. La obsesión por la innovación tecnológica, el crecimiento o la acumulación de riqueza que de forma torticera se identifican con el bienestar están muy lejos, en general, de ser consideradas como progreso.

3- La cercanía al poder de muchos de los intelectuales, que han perdido relevancia social en su función de denunciar los desmanes del poder y aportar alternativas viables a ese poder omnímodo. Esta irrelevancia social se produce desde el momento en que la independencia del intelectual se ha visto socavada por su excesiva cercanía a los centros de poder. Cercanía que difumina la tradicional carga crítica de sus argumentos y se traduce en una cierta servidumbre a sus dictados.

4- La contribución de la izquierda, al esforzado interés de la derecha a facilitar el proceso de desguace del Estado y de todo aquello que tenga que ver con lo público. ¿Qué institución aboga hoy en día por recuperar lo público? Asistimos desde hace mucho tiempo a la privatización de casi todo, lo que ha tenido como consecuencia:
“…la inutilidad del político primero, el desprestigio de la política después (…) La embestida a lo público y la persistente alabanza del poder han acabado por volverlos innecesarios pero no se atreven de prestarle al mercado un último servicio: la abolición de sí mismos (Pág. 137)”
Parece razonable pensar que si el político se ocupa de gestionar la cosa pública, su función quedaría desacreditada si la "cosa pública" desaparece como consecuencia de los procesos privatizadores. La corrupción y una forma de hacer política muy alejada de sus orígenes griegos han facilitado el descrédito de la política.

Los partidos de izquierda canarios deberían tener en cuenta las reflexiones apuntadas por Lozano, sobre todo el PSC que en el cónclave del próximo 20 y 21 de marzo elegirán a su secretario general. No sería positivo para Canarias y para la alternancia política en general que el candidato ahí elegido se desvinculara de los valores propios del movimiento porque, siguiendo a Lozano:
“El cuerpo social no renuncia conscientemente a la justicia, esto casi nunca ocurre; se resigna a la extorsión, la irresponsabilidad y la impunidad de los causantes de la crisis, porque encuentra deshabitados los caminos por los que podría discurrir la indignación si la izquierda los hubiera desbrozado… (Pág. 160)”.
En Canarias, los movimientos sociales que han surgido en los últimos 8-10 años han sido los únicos agentes sociales que han capitalizado las demandas de un cuerpo social cuya satisfacción con las políticas desarrolladas por los agentes públicos se encuentran en cotas muy bajas. Sería bueno, desde el punto de vista democrático que el partido político más votado en las pasadas elecciones autonómicas tuviera la valentía, el arrojo y la capacidad política para ofrecer un verdadero programa progresista en sintonía con los valores que, según Lozano, no se encuentran hoy en día. Contribuiría muy mucho a sacar de su aturdimiento a la izquierda actual.

Ese aturdimiento es el que provoca que sea un colectivo disperso y atomizado, difícil de movilizar, máxime cuando los grandes centros del poder actual están ocupados por miembros de esa izquierda sedicente que dice perseguir un programa político de progreso pero no dudan en negar una política fiscal regresiva, o por miembros de esa izquierda conspicua que continúan poniendo el foco en la propiedad de los medios de producción y desdeña u olvida que en la actualidad es la economía financiera y especulativa la que ha provocado el gran cisma.

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