“Algún día llegará una lluvia que limpiará las calles de esta porquería”.
Travis Bickle en Taxi Driver (Martín Scorsese. 1975)
En Canarias somos muy dados a los mitos, está el mito de la Atlántida, el del Padre Teide, el de las Islas Afortunadas, el de la montaña de Tindaya, el de la Isla de San Borondón y luego está el mito de las megainfraestructuras que algunos agentes de la sociedad canaria intentan sacar adelante con el argumento de que proporcionan desarrollo económico y social. El mito de las infraestructuras es un mito basado en la experiencia del siglo XX, época donde dadas las circunstancias de aquel momento era necesario impulsar ciertas obras, que enmarcadas en una estrategia de desarrollo integral, proporcionaban, entre otras cosas, conectividad a un territorio que contaba con una deficiencia congénita, la fragmentación y el alejamiento.
La declamación de las actuales fuerzas políticas que detentan el poder en Canarias para justificar este mito en el siglo XXI (incluyendo a una oposición que no ha sido capaz de hacer suya las demandas de ciertos movimientos sociales que han puesto sobre el tapete alternativas reales, baratas y eficientes) es siempre la misma; muchas de las actuales infraestructuras están colapsadas o a punto de estarlo, son esenciales para crear puestos de trabajo, cuentan con las preceptivas evaluaciones de impacto medioambiental, servirán para acercar Canarias a los grandes centros de distribución regional, nacional e internacional y contribuirán a que Canarias sea un lugar con mayor calidad de vida. En definitiva se trata de obras de interés general.
La realidad, sin embargo es otra, Canarias tiene una de las tasas de paro más altas del territorio español (hasta el punto de que el gobierno canario ha admitido que “será imposible” reducirla en 2010), existen algunas ciudades que figuran entre las más insostenibles de Europa a pesar de ser un destino turístico de primer orden (Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria), un 3% de la población se encuentra por debajo del umbral de la pobreza y un 4% sufre pobreza severa, no se han resuelto graves problemas relacionados con la movilidad en el interior de las islas y todo ello sin mencionar el absoluto abandono al que se ha sometido a la sanidad y a la educación.
Si añadimos que estas decisiones se toman desde el imperativo más autoritario, “avalado” por una mayoría de votos (“¡Pues que observe lo que le dé la gana! ¡Pero si estamos de acuerdo todas las administraciones! Vamos a sacar adelante los trenes digan lo que digan algunos”. 28.09.2009. Diario de Avisos. Ricardo Melchor consultado por la construcción del tren en Tenerife. “El puerto industrial de Granadilla se hará, se construirá”. Paulino Rivero. 19.05.09. Diario de Avisos“) y observando que en gran parte, los objetivos de estas decisiones coinciden con las demandas de algunos grupos económicos que dominan la vida económica canaria (hasta el punto de promover un cambio en el catálogo canario de especies protegidas para intentar desbloquear el puerto de Granadilla en Tenerife o de articular mociones de censura en Lanzarote para colocar en el gobierno a fuerzas afines a ciertos desarrollos urbanísticos), no nos queda otra que denunciar que en Canarias, como en la mejor literatura negra, muchas corporaciones públicas están sometidas al poder económico y se han convertido, en verdaderas plataformas de negocios varios y de tráfico de influencias, modificando el sentido del concepto de interés general para inhabilitarlo o hacerlo coincidir con los intereses de ciertos poderes fácticos.
En Canarias es urgente una renovación política desde abajo, en el sentido de escuchar a los movimientos críticos con el actual orden de cosas, que consolide una nueva cultura sostenible, solidaria y ética del territorio, que posibilite una participación más activa de la ciudadanía en los asuntos políticos y que garantice una transparencia total en las grandes decisiones que se toman para evitar la corrupción. Quiero pensar que ese día está cerca.
*Acertada expresión de Federico Aguilera Klink en "Economía, poder y megaproyectos". Federico Aguilera Klink y José Manuel Naredo. 2009. Fundación Cesar Manrique
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