miércoles, 9 de marzo de 2011

La política del revival


La sociedad civil española, debilitada por 40 años de dictadura, no se ha fortalecido en democracia, entre otras cosas porque la estructura de partidos la ha suplantado. Esos clubes antidemocráticos y frecuentados más por arribistas serviles que por idealistas del bien común, han impuesto su visión partidista de la realidad.


Un vistazo rápido a las candidaturas presentadas por los partidos políticos mayoritarios a los principales cargos en las próximas autonómicas, no muestran nada nuevo más allá de las mismas caras que desde hace mucho tiempo han estado en primera línea sin hacer otra cosa más que eso, vivir de la política. Con el agravante de incluir imputados entre sus cuadros, lo cual es una evidente perversión (Perversión. E. Gil Calvo. El País. 07.03.2011). Una repetición de los mismos personajes políticos que pronostica una campaña no solo tediosa, aburrida y lánguida en cuanto a propuestas reales se refiere sino que a nuestro juicio despertará más desinterés entre un electorado ya de por sí instalado en la abstención. ¿Puede una clase política que lleva más de 25 años en primera línea conectar con un electorado mayoritariamente más joven con unas inquietudes y demandas diferentes? ¿Está capacitada esta clase política, hija de las condiciones sociales del último cuarto del siglo XX, para proporcionar soluciones solventes y con garantías al presente escenario global y local convulso, complejo y donde las dosis de incertidumbre son abundantes?

Las pretensiones de algunas formaciones de rescatar figuras (¿Del ostracismo?) que en el pasado gozaron de cierta relevancia política, caso de José Miguel Bravo de Laguna que optará a la presidencia del Cabildo de Gran Canaria por el PP, o de la vuelta de viejos conocidos como Lorenzo Olarte (Bravo de Laguna (PP) da la bienvenida a Lorenzo Olarte a la política porque ‘todos podemos ser útiles’. El Digital de Canarias. 04.02.2011) son muy elocuentes. Un inmovilismo cuya consecuencia es una política del revival desarrollada por las mismas caras de siempre y con una ausencia total de originalidad en sus propuestas.

No puede existir una ética y una moral en política sin que antes los actos y la voluntad política estén precedidos por la honestidad, es decir, por la calidad de ser justo, razonable y sobre todo decente, más allá de la habilidad virtuosa para ejercer lo público que pueda poseer algún individuo de forma más o menos innata.

No parece que la partitocracia que rige el devenir de Canarias haya tenido muy en cuenta esta reflexión. No queremos decir que todos los políticos sean deshonestos, pero sí se advierte que la calidad de ser honesto no se encuentra entre las características más valoradas por los partidos políticos canarios, a tenor de las decisiones tomadas de cara a las autonómicas de mayo de 2011. La renuncia de Santiago Pérez en Tenerife a su escaño de diputado regional en el Parlamento canario (Santiago Pérez deja su escaño pero no el PSC. Diario de Avisos. 27.01.11) después de que el aparato de su partido decidiera excluirlo de las listas como resultado de un convulso proceso de primarias, que aún colea, nos invita a pensar en ello. También la negativa de Antonio Morales en Gran Canaria a liderar bajo las siglas de Nueva Canarias una candidatura al Parlamento, o como número dos, junto con Román Rodriguez al Cabildo de esta isla (Morales no será número dos de NC para el Cabildo. La Provincia. 17.02.2011). A nuestro juicio y de acuerdo con el criterio de muchos analistas, no se puede negar que la larga trayectoria de estos dos políticos haya estado regida, ante todo, por la honestidad y la firme creencia en la cosa pública como instrumento esencial para superar una situación económica y social a la deriva. Una concepción de la política, si se quiere, extemporánea, en un momento, donde más y mejor política es un requisito necesario para superar la actual crisis (Los políticos sobrantes. Irene Lozano. El País 07.03.2011). Hoy prima el cortoplacismo, la maximización de los intereses partidistas frente a la resolución real de los problemas de la gente, una peligrosa relación con la esfera económica, la cimentación de pactos entre formaciones sin importar las ideologías y el inmovilismo absoluto entre las figuras presentadas a los principales cargos políticos. A estos caracteriza cada vez más una ideología homogeneizada o la misma falta de ideología, lo que les permite adaptarse mejor a eventuales y oportunistas pactos con otros grupos que les permitan tocar poder.

Siendo un aspecto vital, no es la falta de renovación de los principales cargos políticos lo que más nos preocupe. Los aparatos de los partidos políticos modernos son los que dirigen por encima de los personalismos la agenda política. Probablemente no podría ser de otra forma pero la partitocracia en la que ha transmutado la política en general, anula las visiones renovadoras y refrescantes que puedan eclosionar desde el individuo dentro de una formación política. Se establece así el conflicto del individuo contra el gigante del aparato del partido, en el que quizás pesa mucho el poder interno de las diferentes familias y las fuentes de financiación que nutren su estructura económica, tan oscuras y opacas como antidemocráticas por su falta de transparencia. El resultado de esta pugna desigual es, en la mayoría de los casos, la claudicación del individuo y su pliegue a los dictados del partido.

Lo que quiere decir que una verdadera renovación política solo puede venir a través de un cambio en el engranaje interno de los partidos, democratizando y haciendo más transparente su funcionamiento. También, diseñando e implementando otras estrategias. Un nuevo candidato no garantiza una política renovadora. Lo que urge son nuevas estrategias centradas en resolver una realidad económica acuciada por el paro, un panorama social empobrecido y una situación medioambiental muy deteriorada, en definitiva sustituir el dogma neoliberal. Y es en este punto, tal y como hemos dicho en otras ocasiones (BOP. Una interpretación libre (y 2)) donde nos topamos con una realidad empobrecedora ¿Existe en Canarias una alternativa política real dentro de la esfera parlamentaria?. Existe un consenso general (¿Buscado?), entre las grades fuerzas políticas a la hora de abordar los problemas más relevantes que afectan a la ciudadanía. Nos referimos a Sanidad, Educación, Infraestructuras, Economía, Vivienda, Medio Ambiente… ¿Qué propuestas programáticas realmente diferenciadoras han presentado y ejecutado estos partidos políticos?. A nuestro juicio muy pocas por no decir ninguna.

Un panorama desalentador que muestra que la renovación política está muy lejos de lo que en ocasiones hemos denominado el tripartito (CC-PP-PSOE). Lejos también, quizás, de algunas formaciones políticas con cierta implantación local como Nueva Canarias (NC), el Centro Canario Nacionalista (CCN) o el Partido de Independientes de Lanzarote (PIL) cuyo pequeño tamaño, las conexiones que en el pasado mantuvieron con importantes casos de corrupción o con alguno de los partidos mayoritarios les hace esclavos de un modo de hacer política tradicional que ya no responde a las necesidades de la gente, ni a las necesidades del siglo XXI.

Imagen: Sede del Parlamento de Canarias. Tenerife

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