lunes, 18 de abril de 2011

El Gigantismo; la política de superlativos


Cualquier actividad que deja de reconocer un principio de autolimitación deviene demoníaca.

Lo pequeño es bello. E.F. Schumacher. 1973

Una conclusión salta a la vista al realizar un somero y rápido vistazo a la geografía canaria después de casi 20 años de gobierno conservador; la escala de los más importantes proyectos acometidos, ha alcanzado unas dimensiones colosales en cualquiera de los campos de la sociedad en la que situemos el foco. Conviene tener presente este aspecto porque los principales planes de nuestros representantes para la próxima legislatura prometen agigantar aún más sus dimensiones; Tindaya en Fuerteventura, el puerto de Granadilla y el cierre del anillo insular en Tenerife, el puente de Las Angustias en La Palma, los proyectos ferroviarios en las islas capitalinas incluida esa locura denominada Transrapid…Hasta conectar Lanzarote y Fuerteventura mediante un puente o un túnel se ha planteado (Casto Berriel Fuerteventura y Lanzarote, unidas por un puente. Canarias Ahora. 14.04.2011O también, Sergio Lloret: Es fundamental el acercamiento de Fuerteventura y Lanzarote, ya sea con un puente o con un túnel). Visto en retrospectiva, aquellos conciertos multitudinarios de los 90 promovidos por las instituciones canarias y publicitados con gran fanfarria en los medios, fueron un curioso antecedente de esta política de superlativos, reafirmada con la llegada de las grandes superficies comerciales que han originado zonas urbanas hiperdimensionadas, hipertrofiadas e hipercolapasadas.

Una política del gigantismo donde no se ha respetado límite alguno y donde las directrices que la han vertebrado han sido cuanto más rápido, más caro y más grande, mejor. Una forma de actuación cuya principal consecuencia ha sido más deterioro medioambiental, más coste económico y más gasto energético. ¿Los perjudicados? No esperen ustedes que ninguno de nuestros representantes muestre algún tipo de empatía por ellos si no es en periodo electoral. La política, como indican una y otra vez las encuestas del CIS, ha abandonado los intereses de la gente corriente para abrazar otro tipo de intereses más vinculados a los grandes grupos empresariales, en detrimento, en primer lugar, del territorio y el medio ambiente que soporta estas intervenciones fuera de escala; las arcas públicas, mayormente, que costean estos proyectos sin visos de rentabilidad social alguna en segundo lugar; y el propio ser humano en tercer lugar. No olvidemos que todas estas medidas violan irresponsablemente las leyes de la naturaleza y sus efectos perniciosos revertirán sobre el ser humano en algún momento.

A juicio de este observador, tres han sido las vías por medio de las cuales se ha contribuido ha apuntalar este gigantismo:

La vía ideológica, identificando el concepto de progreso con el desarrollo de infraestructuras de todo tipo, cuanto más grandes, más beneficiosas para la comunidad. Una falacia amplificada por los medios de comunicación, los empresarios que las promueven y los políticos que las avalan, al tiempo que son aceptadas acríticamente por la mayoría de la sociedad. Esta santísima trinidad que podemos denominar el establishment, no pierde oportunidad en relacionar todo este gigantismo con un tipo de progreso que no es más que deterioro social y medioambiental. Los ejemplos a diario son abundantes. En pleno siglo XXI  estos individuos siguen blandiendo ideas caducas y superadas para alcanzar poder político y económico. ¡Qué gran innovación!

La vía económica, la RIC. Ese instrumento a través del cual la élite empresarial ha quedado exenta del pago, casi completo, del impuesto de sociedades a cambio de hinchar una enorme bolsa de recursos económicos que se ha empleado para realizar grandes inversiones generadoras de ingentes plusvalías. Grandes rentas que han revertido a las manos de esa élite empresarial. La generación de empleo, objetivo que se contempló en la génesis de la RIC, ha quedado en un segundo plano.

La vía política, mediante la connivencia, con evidentes signos de delito, entre la clase económica que promueve estos proyectos y la clase política que les otorga carta de naturaleza. Los tentáculos del poder económico se han extendido a la esfera política a través de la financiación de campañas y partidos políticos. Una ley que no exige transparencia en el funcionamiento de las formaciones políticas y no reconoce como delito la financiación ilegal de partidos, les ampara.

Una política del gigantismo que ha tenido y tiene tres ejes principales y cuya intensidad ha crecido a lo largo de los últimos 20 años:

1º- Unas infraestructuras urbanas y del transporte cuyo impacto en el territorio ha tenido evidentes efectos transformadores en el mismo. La última muestra es el denominado Centro Insular del Motor que se construirá en Atogo, Tenerife. El centro, que ocupará 1,3 millones de metros cuadrados y para el que se han tenido que expropiar cerca de unas 4.000 parcelas, con la excusa ya cansina del interés general, es un ejemplo más de que por estas islas no se abandona el gran formato. (La Cotmac da luz verde al circuito insular de velocidad. Diario de Avisos. 01.04.11)
2º- Unas infraestructuras turísticas orientadas de forma irresponsable hacia la masificación y el modelo de sol y playa. Un turismo masivo pero low cost que evidencia la completa falta de ideas de nuestros representantes, centrados en resolver el drama del desempleo facilitando solo la entrada de más cantidad de turismo. Aún contando con una legislación que garantiza la protección de gran parte del territorio canario, no ha sido óbice para la expansión descontrolada de esas intensivas plantaciones de apartamentos capaces de remontar los espacios más insospechados de cada isla, a pesar de sedicentes moratorias o quizás por causa de ellas mismas.
3º- Una política energética que lejos de estar dirigida a facilitar la eficiencia intensifica la dependencia del petróleo de esta comunidad. Las claras intenciones del lobby gasista de desembarcar en las islas vendiendo esa presunta alternativa limpia, barata y segura que dice ser el gas, no ayuda en los más mínimo a reducir la excesiva dependencia de los combustibles fósiles que presenta Canarias. Una política energética que adolece de criterios de gestión de la demanda orientados a pacificar, calmar y reducir en lo posible el tremendo gasto energético realizado, única vía factible para salvar la crisis energética que se avecina, más urgente que el propio cambio climático porque sus dramáticos efectos se verán en el corto plazo.

En este contexto, donde priman los comportamientos bulímicos producto de que el tamaño importa, adquiere necesidad especial una nueva forma de hacer política que privilegie la pequeña escala y el formato reducido o, al menos, una escala adaptada a nuestro entorno. Es preciso que en Canarias esa política del gigantismo que durante casi 20 años ha sembrado el territorio de los más grandes e impactantes proyectos, se abandone y sea sustituida por una política de lo pequeño que tenga por fin último la cooperación con el entorno natural, resolviendo los desafíos que nos presenta a través de soluciones silenciosas, de bajo consumo energético y de respeto con el medio donde se insertan. Hay todo un mundo de oportunidades en este campo que pueden derivar en la creación de nuevos puestos de trabajo, sobre todo en un territorio tan dotado desde el punto de vista climatológico y paisajístico.

Esta política de superlativos que hemos padecido no funciona y esto no es una arrogancia, es un hecho que se ha traducido en una realidad pésima; 30% de tasa de paro, 30% de economía sumergida y 30% de pobreza relativa. Los principales indicadores sociales en Canarias están a la cola en toda España. ¿Dónde estamos en aplicación de la ley de dependencia, en eficiencia energética, en valoración de nuestros servicios de Sanidad, en Educación…?. Supongo que esa política del exceso ha tenido algo que ver, por eso la urgencia de abandonarla.

Un comentario final a modo de epílogo, un día después de publicar el artículo (19.04.2011):

Hay un nuevo ejemplo de esta política del Gigantismo que todo lo inunda en estas pequeñas islas, muestra adicional de que la gran escala, el gran formato, es lo que se vende por aquí con total alegría y sin reparar, aparentemente, en que otras necesidades son más urgentes. En este caso leo con estupor que el cantante Sting vendrá a Gran Canaria para ofrecer uno de sus concierto. Y si hacemos caso a la noticia el siguiente será nada más y nada menos que Bruce Springsteen. Ya lo intentaron con el gran Dylan sin éxito, en su momento. (Sting, en concierto, con entradas de 40€ y 50€. Canarias Ahora. 19.04.11)

Un Gigantismo que también alcanza la cultura como se puede ver. La cultura... de fuera, mientras la interna envilece o para la que no se dedican tan generosas partidas presupuestarias. !!Qué lo disfruten¡¡.


Imagen 1: El puente de Los Tilos. La Palma. En flick. Lutz Hirschmann http://commons.wikimedia.org
Imagen 2: Una tuneladora gigante

3 comentarios:

  1. Somo así de desgraciados.
    Yo ya hace tiempo que he tirado la toalla.
    A veces lo expreso en forma de chiste: la razón de todo esto es que estamos en África.
    Y por este camino, en diez años, la mitad de la población habrá tenido que emigrar a lugares más sensatos.

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  2. Gracias por tu comentario y por tu interés Federico.

    Aquél artículo que escribiste en el 92 "La isla es una ciudad", ya adelantó, con gran clarividencia la problemática de que las islas se conviertan en una enorme ciudad.

    Pero no hay que tirar la toalla a pesar de que nuestros representantes no respondan con competencia a los principales problemas de Canarias. Este año electoral es un buen momento para hablar en las urnas y poner las bases de un cambio. Un cambio que bajo mi punto de vista solo podrá venir con la movilización de la calle.

    Saludos

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  3. http://lacasademitia.es/2011/04/20/el-gigantismo-la-politica-de-superlativos/

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