sábado, 25 de octubre de 2014

Desahucios


(…) cada luz engendra su sombra, y cada día tiene su noche, y la noche es vivero en el que engorda el mal y en el que las necesidades de los desgraciados pagan los caprichos de los poderosos. 

Rafael Chirbes. En la orilla. 2013 

Una familia con sus pertenencias embaladas en un rincón de la casa. Probablemente más de una, más de dos, más de seis diarias esperando la llegada de la policía. Maletas llenas de forma precipitada con los enseres de media vida. Un tumulto a las afueras de la vivienda. Mucha gente intentando evitar la expulsión de lo que creían que era su hogar. Desde dentro escuchan las consignas de apoyo. Sienten el calor de la solidaridad humana que se cuela por las rendijas de las ventanas que dan al mar, cerradas o como mucho entreabiertas para evitar más deshonra y vergüenza, para protegerse del escarnio en el que se ha convertido que una vez pensaran en querer ser propietarios.

En el mejor de los casos, quizás, han podido arreglar con algún amigo o familiar ubicarse por un tiempo en su casa, o instalarse en un inmueble propiedad de la corporación local a cambio de un alquiler social. En el peor, no tendrán dónde ir salvo que okupen por iniciativa propia alguna de las 130.000 viviendas vacías estimadas en el Archipiélago. El futuro es siempre incertidumbre pero al menos existían asideros que permitían construirlo. Ahora no. Ahora tendrán que pensar en el hogar como algo inmaterial. Pensar en el triste consuelo de que los miembros de la familia son, al final, el único hogar posible y creíble. El hogar como concepto líquido. O más bien como un tipo de nomadismo. Otro concepto más que pierde sus contornos definitorios.


La policía comienza a dar los primeros golpes en la puerta. La gente sigue jaleando pero ahora arrinconada a un lado del acceso principal de la vivienda. El corazón bombea a cien. Los niños desorientados, de pie, sin entender la tristeza de sus padres. La puerta se abre con brusquedad y da un fuerte golpe en la pared. Automáticamente la familia se pone en marcha, salen de la vivienda. Han entendido que todo ha acabado. Están en la calle, desahuciados. Sobre ellos caerá el peso de una Ley Hipotecaria que hace valer la posición dominante de la banca en este país. Tendrán que responder ante una deuda perpetua porque la entidad financiera impuso sus condiciones en la firma del contrato. Responsabilidad universal lo llamaron.

En Canarias se han producido más de 14 desahucios diarios durante el primer semestre del presente año. Según el Consejo General del Poder Judicial un 24,15% más que un año antes. Una tortura de baja intensidad social que parece no tener fin a pesar de la retórica política, o, a lo mejor, precisamente por eso, por la retórica sin decisiones. No se han tomado medidas políticas reales y contundentes que detengan esta sangría que, en lo que se refiere a esta materia, incumple la legislación europea vigente. Según el INE, tomando como referencia las hipotecas constituidas en el periodo 2003 – 2013 sobre el total de fincas, el 0,49% de las hipotecas constituidas en Canarias han iniciado una ejecución hipotecaria en el segundo trimestre de 2014. Canarias presenta los valores más altos de este indicador en todo el territorio nacional. Como siempre primeros en lo más dramático.

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