lunes, 30 de junio de 2014

Partidos de Antiguo Régimen


Siento una alegría muy grande, porque la candidatura de Alonso era un deseo mío, no personal, sino para Tenerife, pues tiene la cabeza bien amueblada y espero que los ciudadanos valoren su gestión”. 


La repolitización que la sociedad española ha experimentado en los últimos años, ha provocado que si un partido u organización no quiere caer en el descrédito político debe respetar tres elementos básicos; por un lado, profundizar en los procesos de democracia interna, lo que implica facilitar mecanismos que permitan, por ejemplo, revocar candidatos que no gocen del suficiente consenso, impulsar la rendición de cuentas periódica ante los integrantes de esa organización o partido, permitir la implantación de primarias, practicar la transparencia económica... Por otro lado, explicar bien y con la pedagogía suficiente a sus bases y luego al ciudadano, qué políticas pretende implementar si alcanza el poder, cuál es su postura sobre este o aquél asunto que consideran prioritario, cómo piensa mejorar la vida de la comunidad que aspira gobernar... En tercer lugar, consensuar desde abajo la toma de decisiones frente a imponerlas desde arriba, en base a criterios de estrategia o táctica política que solo persiguen repartir cuotas de poder entre la oligarquía política de las organizaciones.

Democracia interna, debate y programa político pero también participación parecen ser elementos que una ciudadanía empoderada está exigiendo cada vez más a las organizaciones políticas. Los resultados de las últimas elecciones europeas así lo constatan. Ojalá el próximo ciclo electoral refuerce esa demanda de la ciudadanía de ser protagonista en aquellos asuntos que les afectan. De ello depende, en parte, que superemos esta crisis. Parecen cuestiones imprescindibles, obvias, que nunca debemos olvidar y siempre exigir si queremos mejorar colectivamente, pero la conversión de los partidos en maquinarias anquilosadas dominadas por sus aparatos, unido a un cierto abandono de la faceta ciudadana de la gente, determinó que no prestáramos la atención suficiente a aquellos requisitos. No son elementos nuevos. Estaban y están en muchos de los movimientos sociales que han escenificado el descontento y la crítica con el actual estatus político. A partir de esos elementos los movimientos ciudadanos han tratado de dar respuesta a las necesidades de la gente para mejorar sus condiciones de vida. Lo que les ha permitido gozar de su simpatía general y tener relativo éxito en la denuncia de cuestiones vinculadas al urbanismo, el ecologismo, la lucha contra los impactos de las grandes infraestructuras, la desigualdad, etc.

Valga esta introducción para ilustrar el contraste con la designación de Carlos Alonso como candidato a presidir el Cabildo de Tenerife en las próximas elecciones municipales y autonómicas de 2015, por parte del Consejo Político Insular de Coalición Canaria. Una decisión que se ha tomado, según indica la propia organización, después de un proceso participativo sin precedentes en el partido con un debate amplio en todos los comités locales. ¿Debate amplio? ¿A qué nivel? ¿Qué asuntos se trataron? ¿Proceso participativo sin precedentes? ¿En qué consistió ese proceso? ¿Por qué no ha trascendido? ¿Hubo algún candidato alternativo? ¿Cuál es son las propuestas de Alonso para enderezar el rumbo de Tenerife más allá de los artículos buenistas que publica los domingos? ¿Supone alguna diferencia respecto al legado de Melchior?

Que la propia organización no nos venda gato por liebre, que sus medios afines no pretendan hacernos creer lo que no son. Coalición sigue siendo un partido del Antiguo Régimen. Una formación más preocupada por la asignación de cargos a individuos que profesan fidelidad al núcleo político que domina la organización, que en satisfacer las necesidades de una comunidad en estado de urgencia social como es Canarias. El dedazo de Ricardo Melchior de hace casi un año se ha consolidado. Su satisfacción al final de la reunión no era casualidad. Alonso, Clavijo y Oramas conforman un triunvirato lampedusiano frente a Rivero y cía, a quienes no le perdonan su ambición de una tercera legislatura, máxime con unos resultados electorales en declive. En la retaguardia de todo este disimulado asunto podría estar la sombra de Melchior como gran muñidor, a quien aún le puede esperar un retiro de prestigio como alcalde de algún municipio emblemático al estilo Saavedra. A estos dinosaurios les cuesta extinguirse por sí solos. Cuando cambian las caras pero las políticas permanecen lo único que se produce es un cambio de cargos. Eso es vieja política, continuismo, propicio para que el poder siga en manos de las mismas familias, escasamente transformador de una realidad que agobia a la mayoría.

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