jueves, 27 de enero de 2011

Ocaso ecológico: El caso de la isla de Pascua



Lo más significativo y pernicioso del combate contra la gran crisis es que quienes deciden los supuestos remedios son gentes del pasado y el pasado no forma hoy parte de la solución sino de la perdición.

En la Red está el profeta. Vicente Verdú. El País. 15.01.2011

Tenemos que redescubrir cómo hablamos sobre el cambio: cómo imaginar formas muy diferentes de organización, libres de la peligrosa salmodia de la revolución. Debemos distinguir mejor que algunos de nuestros predecesores entre fines deseables y medios inaceptables.

Algo val mal. Tony Judt. 2010

En Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Jared Diamond, célebre geógrafo, indaga en las causas que condujeron a la autodestrucción de algunas sociedades organizadas del pasado. Entre ellas destaca el caso de la Isla de Pascua situada en la polinesia chilena. Hacia el siglo X se consolidó en la isla una sociedad autosuficiente y jerárquica cuya supervivencia dependía de la pesca de altura y del bosque tropical existente en su territorio. El bosque era una fuente de alimento y madera para la construcción de sus navíos de pesca. La sociedad estaba segmentada en clanes que rivalizaban entre sí y competían por el prestigio y el estatus mediante la erección de unas estatuas de piedra de tipo ceremonial, los moaís.

Dichas estatuas simbolizaban el poder de la jefatura de los clanes y tenían que ser transportados desde las cumbres donde se extraían hasta los centros religiosos situados en la costa. Ahí los erigían utilizando los troncos de los árboles del bosque tropical como instrumento de transporte puesto que era una sociedad que no conocía la tecnología de la rueda. La lucha por el prestigio y la construcción de moaís fue el motor de una carrera competitiva que intensificó la presión sobre el territorio, el sostén que le proporcionaba los recursos para sobrevivir. El agotamiento de los recursos madereros por la competencia en prestigio, provocó la imposibilidad de pescar y de seguir construyendo moaís. La guerra civil entre clanes por el control de los recursos terminó por diezmar la población de la isla hacia finales del siglo XVII, condenándola a la extrema pobreza y a su práctica desaparición posterior. La sociedad de la Isla de Pascua no volvió a ser la misma después de ese cisma. No supieron adaptarse a las nuevas escaseces. Tampoco pudieron o supieron modificar su estilo de vida para reorientar un modelo económico que estaba agotando los recursos naturales a partir de los cuales dependía su supervivencia.

El caso de la sociedad de la Isla de Pascua pone de manifiesto dos aspectos fundamentales desde un punto de vista ambiental. Por un lado la utilización que se realiza por parte de las sociedades humanas del territorio como fuente de sustento y amparo para la supervivencia humana. Sin el territorio la especie humana está abocada al fracaso. Por otro lado, la capacidad de carga de ese territorio, es decir, ese límite ecológico o ambiental más allá del cual la recuperación de un ecosistema es irreversible. La metáfora de la Isla de Pascua es paradigmática y nos sirve para ilustrar que en la actual sociedad global la presión sobre el territorio no sólo es brutal sino que se ha intensificado durante las últimas décadas. El territorio continúa utilizándose desde un punto de vista económico y hace ya mucho tiempo que hemos traspasado esa divisoria ambiental más allá de la cual, es inevitable la recuperación. Muchos son los estudios sobre la huella ecológica que ponen de manifiesto y han alertado sobre la exigencia excesiva en materiales y recursos que la especie humana detrae del territorio y que luego devuelve en forma de residuos. Especialmente desde el año 1.700 (La actividad humana ha sido determinante en el clima en Europa desde el año 1.700. El Mundo. 17.01.2011).

No parece que los avances en la tecnología y la ciencia desarrollados por los más amplios especialistas hayan servido de mucho a la especie humana para tratar el territorio, el planeta, lo ambiental, de forma muy diferente a lo que lo hacían los seres que habitaron la Isla de Pascua. El propio Paul Krugman ha puesto de manifiesto que el aumento en el precio de las materias primas experimentado en los últimos tiempos demuestra, más allá de comportamientos especulativos, la escasez de unos recursos cuya demanda se ha intensificado por parte de las economías emergentes como China, India o Brasil. (El mundo finito. Paul Krugman. 09.01.2011)Estamos inmersos en una transición económica, social y ambiental. Un cambio de paradigma que exige nuevos desafíos a los que hay que dar una respuesta adecuada bajo el marco de la democracia.

Hoy nuestros moaís son los grandes complejos turísticos construidos en las costas canarias, las infraestructuras que dan acceso a los mismos, los equipamientos hoteleros que persiguen albergar una mayor cantidad de turistas, los espacios segregados de los núcleos urbanos que buscan ofrecer al visitante tranquilidad y aislamiento, los campos de golf, las instalaciones náuticas, las playas artificiales que se crean en los aledaños de muchos hoteles. Instalaciones que rivalizan en prestigio y calidad en una carrera competitiva con otros destinos turísticos que ofrecen el modelo de sol y playa a precios mucho más bajos.

Más allá de declaraciones triunfalistas que pretenden generar confianza sin repensar con seriedad el modelo turístico canario al calor de los fastos anuales que se organizan con motivo de la feria FITUR (Avivemos la recuperación turística. Ana Oramas. La Opinión. 09.01.11) no se vislumbran, a corto plazo, cambios reales en el mismo, que continuará centrado en la expansión y en atraer una mayor cantidad de turistas. La actual ley de costas no ha podido frenar el deterioro ambiental de los espacios litorales. Estos continúan interpretándose desde un punto de vista económico y donde las corporaciones relacionadas con el turismo y la construcción marcan los usos del territorio. Gran parte de las franjas costeras del territorio nacional están en manos privadas, urbanizadas y en definitiva profundamente alteradas y deterioradas (La destrucción de las playas españolas. El País. 20.08.10). Canarias no es una excepción a la norma (Las playas que vienen. Diario de Avisos. 13.10.2010) y el propio presidente del ejecutivo canario lo ha dejado muy claro; ¿Es objetivo decir que en un año va a traer un millón de turistas más? Completamente objetivo (Rivero: ´Quien me conoce sabe que no tengo dobleces´. La Opinión. 09.01.11).

La superación de los límites ambientales exige redescubrir nuevas formas de organizar la principal actividad económica de la economía canaria, establecer fines posibles que contemplen la recuperación del degradado y colmatado paisaje canario, principal medio de atracción turístico. ¿Por qué existe esa certeza de que más cantidad generará más riqueza y empleo? Un turismo de calidad y menos intensivo ayudará a recuperar zonas degradadas que se revalorizarán y podrán adquirir nuevos usos, también desde el punto de vista turístico. Y sobre todo permitirá conjugar la actividad turística con las abandonadas actividades agrícolas y ganaderas, fuente de sustento de muchas familias y de cuya colaboración se pueden obtener sinergias intersectoriales positivas. A buen seguro redundarán en la creación de nuevos puestos de trabajo.

La aparente unanimidad de las instituciones y agentes canarios en continuar afianzando el modelo masivo de sol y playa bajo la excusa de generar empleo, demuestra una aquiescencia peligrosa sobre un tema donde otros enfoques permitirían proporcionar una visión refrescante y diferente que podría facultar la salida del atolladero donde nos encontramos. Una democracia de consenso permanente donde no quepan otras visiones disconformes con el discurso oficial, corre el riesgo de quedarse sin respuestas a los nuevos desafíos que un mundo cambiante exige pero, sobre todo, no sería una democracia. El caso de la Isla de Pascua es una metáfora muy ilustrativa a este respecto.

Foto 1: Vivac en la cumbre de Guajara, Tenerife.
Foto 2: Moaís en la Isla de Pascua.

5 comentarios:

  1. Esos Moais nos dan de comer hoy en día. Se habla mucho de cambiar el modelo turistico pero nadie aporta soluciones reales.

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  2. Es que el ejemplo de Pascua es indudable y todavía no nos lo creemos. Allí se explica de una manera extremadamente clara el problema que afrontamos. Aquellos sistemas ambientales cerrados y finitos en los que una especie produce una explotación excesiva de los recursos disponibles acaba por desaparecer. Es, en estos momentos, el caso de la Tierra y la Humanidad: somos demasiados y consumimos demasiados materiales que no se pueden renovar
    También estamos ya muy por encima de lo que pueden producir las especies domesticadas para nuestra alimentación. Algunos confían en la tecnología como la manera de superar este constreñimiento. Confían en ella como una nueva religión para explicar el error de Malthus. Creo por el contrario que esta vez no va a haber escapatoria.
    De hecho, y como ejemplo en Canarias ha empezado la emigración nuevamente. Estas islas ya no dan para más con el turismo y la agricultura de exportación. Habría que cambiar radicalmente el modelo económico y productivo de cara a las próximas décadas. Y mejor sería que lo hiciéramos cuanto antes pensando en prepararnos para un acomodo a un menor consumo energético y una mayor autosuficiencia alimentaria.
    El libro de Diamond es magnífico cuando enseña las alternativas a este respecto. También deberías haber explicado el caso de Tikopia, una isla en la que han sobrevivido los mismos habitantes durante mas de 2000 años casi asilados del exterior.

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  3. Gracias por ambos comentarios.

    Obviamente, estos moaís contemporáneos nos dan de comer actualmente pero, a qué precio y sobre todo, durante cuánto tiempo más. También es verdad que hay mucha filosofía hueca sobre la necesidad del cambio de modelo económico. Sin embargo, hay pequeñas cosas que se pueden ir haciendo y, o no se ha avanzado en ellas, o se ha profundizado la actual deriva turística.

    Hay propuestas concretas sobre el desarrollo de las energías limpias en Canarias, la renovación de la actual planta turística, los programas donde agricultura y paisaje se complementan para crear otros atractivos turísticos, los planes turísticos destinados a ganar en calidad frente a cantidad, etc. Frente a todo ello, lo que se desprende de una lectura somera del comportamiento del gobierno es que se tienden a profundizar en un turismo de cantidad frente a otro modelo de más calidad. Se sigue hablando de dobles pistas aeroportuarias, más puertos deportivos, trenes que invaden el territorio y normas urbanísticas que crean confusión y no ayudan en absoluto.

    Estoy de acuerdo con F. García Barba. La tecnología no solucionará el actual desaguisado. Al contrario, hay un componente negativo en la tecnología que no se ha evaluado correctamente. Me refiero a la gran dosis de incertidumbre que introducen algunos avances tecnológicos. La tecnología nuclear es un ejemplo. Ningún avance tecnológico permitirá mejorar la presión sobre el territorio siempre que esa tecnología introduzca más desorden entrópico.

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  4. Lo que es incomprensible es que las mentes preclaras de la administración canaria no hayan sabido aprovechar las sinergias que se derivan de la colaboración entre una agricultura sostenible y un turismo destinado a mostrar las virtudes naturales de Canarias, más allá del simple turismo rural.
    En Tenerife, por ejemplo, se podrían valorizar las zonas del Rincón en La Orotava mostrando sus virtudes naturales, el parque rural de Anaga y sus cumbres irregulares con sus gentes y sus pueblos. En Lanzarote las enormes posibilidades naturales que tiene Famara o Cofete en Fuerteventura. Y qué decir del paraíso de La Palma.
    Cuidar las actividades primarias desde un punto de vista sostenible permitiría potenciar el paisaje y sus los valores naturales.

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  5. Te agradezco el comentario con el que estoy completamente de acuerdo.

    Uno de los problemas del modelo turístico canario es que compite con las actividades agrícolas y ganaderas a través de disposiciones urbanísticas que les perjudican. Una interpretación desde un punto de vista complementario de ambos sectores ayudaría a dotar al modelo de cierta sostenibilidad y contribuiría a reducir la intensidad turística y la presión sobre el territorio

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